OPINIÓN
Rivales para siempre
Uno tiene la sensación de que en los asuntos que rodean al Barça y a Piqué el Comité de Competición actúa con un ardor parecido a la del Supremo en el 'procés'
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Vuelve hoy el Barça a jugar en el campo del Espanyol de Barcelona, que está en Cornellà -el campo, no el equipo-, y seguro que Gerard Piqué tendrá que oír algunas gansadas por parte de la afición perica. El expediente "extraordinario" que esta semana el Comité de Competición le ha abierto al defensa 'blaugrana', junto a otro de propina para Busquets por sus declaraciones tras el partido -si cabe más absurdo-, no habrá precisamente ayudado a calmar los ánimos. Tampoco las declaraciones de Javier Tebas, el presidente de la Liga, al que le faltó tiempo para calificar sus palabras de "desafortunadas".
A veces uno tiene la sensación de que en los asuntos que rodean al Barça, y en especial a Piqué, el Comité de Competición actúa con un ardor parecido a la de los jueces del Tribunal Supremo o la Audiencia Nacional en lo que se refiere a los presos políticos del 'procés', apenas disimulada en sus interlocutorias y resoluciones. Hay sin duda, por parte de la directiva del Espanyol, una interpretación de las palabras de Piqué que es fantasiosa y mal intencionada. Decir que "flirtean muy peligrosamente con actitudes xenófobas y que, en todo caso, generan claramente violencia e intolerancia en torno a nuestro deporte" es exagerado y victimista. Nada que ver con el tono simpático, burlón y orgulloso del anuncio que el club blanquiazul publicó ayer en diversos periódicos, donde empezaba con "Espanyol de Barcelona", y seguía con Espanyol de Cornellà, Espanyol del Prat, Espanyol de la Bonanova, de la Verneda, etcétera, y terminaba con un "de todo aquel que sueña".
La correción política
Así, sí. El problema es que hace tiempo que el fenómeno de la corrección política ha llegado al fútbol y lo que antes se toleraba como una muestra de fervor, hoy se traduce en una ofensa, y la libertad de expresión queda inmediatamente en entredicho. Lo hemos visto con la denuncia de los silbidos en el Camp Nou durante la Copa del Rey, o la prohibición de pancartas y 'estelades'. La famosa ley mordaza, claro, empeora mucho el asunto, y además siempre parece que las culpas van a un único club. Una cosa son los cánticos violentos y racistas, que hay que erradicar de todas las gradas, y otra bien distinta las efusiones de los aficionados.
Con los años, desde que el clásico con el Real Madrid se metió por en medio, la rivalidad de los derbis entre Barça y Espanyol se ha descafeinado. Uno repasa las crónicas de hace casi un siglo, en los años 20, y se da cuenta de que en esa época los duelos entre ambos eran poco menos que batallas campales, y luego, en revistas satíricas como 'Xut' o 'Papitu', la pugna se volvía dialéctica.
"El Barça de Collblanc"
Cuando Piqué habla del "Espanyol de Cornellà", lo está haciendo desde una rivalidad tradicional que ha mamado desde pequeño. Solo le falta mirar a cámara y hacer un guiño a los culés. Uno esperaría, entonces, que algún jugador españolista tomara el envite y les respondiera con alguna puya, como "el Barça de Collblanc” o "los culés de can Fanga" o incluso "el Fútbol Club Tabarnia", por qué no, antes de que sean los aficionados culés quienes hagan circular lo del Espanyol de Tabarnia, y a buen entendedor pocas palabras.
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