LAS RAÍCES PRIMATES DEL LIDERAZGO

El mono político

Nuestros dirigentes tienen la suerte de que, cuando lo hacen mal, lo peor que puede ocurrirles es que sean destituidos

Evolución del australopitecus, homo erectus, homo sapiens al hombre.

Evolución del australopitecus, homo erectus, homo sapiens al hombre. / periodico

JORDI SERRALLONGA

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Seguro que todos recordamos al gorila albino que vivió en el Parque Zoológico de BarcelonaCopito de Nieve o Nfumu ngui. La conservación de sus restos desató una agria discusión entre el visible gremio de los políticos y el menos poderoso de los científicos; los gorilas poco pudieron opinar. Esto me llevó a publicar un artículo que, en honor al western El Bueno, el Feo y el Malo, titulé –siempre respetando el mismo orden– como El Gorila, el Político y el Científico.

Y es que, en aquellos momentos, algún que otro "feo" –jugando con los sentimientos de la ciudadanía ante la pérdida del símbolo barcelonés– retrató a los científicos como monstruos insensibles: los "malos". Nuestro pecado: haber querido preservar el esqueleto de Copito para la ciencia (entre bambalinas... se consiguió). Hoy, muy cerca del Zoo, en el Parlament de Catalunya, pero también un poco más lejos, en el Congreso de los Diputados de Madrid, e incluso en el ultramar de Trump, los políticos siguen con su triste duelo de pistolas. ¿Son nesarios y necesarias? 

Simio domesticado

En los 80 devoré mi primer texto sobre primatologíaEl Chimpancé y los orígenes de la Cultura. Una obra que le valió a su autor, Jordi Sabater i Pi, duras críticas entre filósofos, antropólogos y zoólogos, pero que resultó trascendental para un adolescente preuniversitario; tanto que no dudo en definirme como un primate domesticado por la cultura.

Y seguí con la malograda Dian Fossey y la popular Jane Goodall hasta que, al poco tiempo, le llegó su turno a otro libro: La Política del Chimpancé de Frans de Waal. Conseguí una edición francesa –por suerte fue traducido aquí en 1993– y disfruté con las opiniones de este primatólogo holandés: "El comportamiento de los chimpancés (...) parece a veces extraído de páginas escritas por Maquiavelo". A lo largo de sus trabajos de observación con la colonia de chimpancés del Zoo de Arnhem había detectado luchas por el poder, intrigas, alianzas y traiciones hasta sentenciar que "las raíces de la política parecen más antiguas que la humanidad".

Alguien para gobernar

 Quizá es demasiado temerario ubicar la génesis de las estructuras políticas entre nuestros primos más cercanos de evolución –chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes–, incluso en el seno de las primeras bandas de homínidos cazadores-recolectores: desde Orrorin, Ardi Lucy, pasando por los Homo erectus y neandertales, hasta llegar al Homo sapiens. Ahora bien, con el advenimiento de las sociedades productoras neolíticas –sedentarización, crecimiento demográfico, jerarquización social, aparición de los ejércitos y primeros imperios– adquirieron mayor protagonismo los caudillos y reyes, así como las oligarquías que los apoyaron. Alguien debía organizar, de forma más o menos profesional, la gran complejidad social que se estaba gestando.

 Sin duda... alguien debía gobernar. Eso sí, como ocurre entre los chimpancés, o los grupos humanos predadores, sería aconsejable que el liderazgo sea sabiamente ejercido para el bien del grupo. Quizá nuestros políticos tienen la suerte de que, cuando lo hacen mal, lo peor que puede ocurrirles es que sean destituidos. Hubo momentos, y lugares, donde los políticos, de no satisfacer al pueblo, eran simplemente erradicados.