TABLERO POLÍTICO CATALÁN

Baño de irrealismo

Ante el peligro inminente de naufragio, presos del pánico y tal vez iluminados por la historia bíblica de Jonás, los atribulados marineros de la mayoría han decidido echar a Puigdemont por la borda

ilustracion  de leonard beard

ilustracion de leonard beard / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Por fortuna de la especie, el optimismo humano es irrefrenable. No pocos gurús del independentismo reiteran su "vamos bien" aunque lo matizan: "vamos bien, pero por el camino largo", el que da un rodeo por prisiones y exilios. La expresión contrasta, pero no se contradice, faltaría más, con la interpretación del 155 como una entrada de los tanques por la Diagonal en versión light. Por si fuera poco, la metáfora convive en perfecta armonía con la proclamación del empate como resultado final del partido del referéndum. Un empate que, coherentes con el “vamos bien”, estamos en perfectas condiciones de deshacer en seguida aunque no haya mayoría absoluta en las urnas.

Los que estudiamos un poco de lógica -eso que los pragmáticos y los tecnólogos han suprimido- habríamos derivado de la premisa del 155 como 1939 light que estamos en plena posguerra, igualmente light. No se precisan más luces para observar que las tinieblas de las posguerras suelen sobrevenir tras las derrotas, no los empates.

En consecuencia, y por mucho que duela a quienes son lo bastante adictos al optimismo como para exigir al nuevo president del Parlament que se inmole a lo bonzo, y con él docenas de diputados, el realismo adaptativo se ha impuesto a una resistencia que ha visto reducir sus efectivos de cientos de miles a cientos a secas. El único paliativo de la derrota es la mayoría independentista de la Cámara, clara pero a la baja.

La farisaica complicidad de JxCat

Ante el peligro inminente de naufragio, presos del pánico y tal vez iluminados por la historia bíblica de Jonás, los atribulados marineros de la mayoría han decidido echar a Puigdemont por la borda. Por todo mensaje de despedida, su padrino político, forzoso pero padrino, Artur Mas, le aconsejó que se lanzara por iniciativa propia. Ya que se resistía, lo han tenido que hacer los de ERC, con la evidente y farisaica complicidad de JxCat. De modo que hay mucha más unidad de la que conviene confesar. Por cierto, que después de acampar una temporada en el vientre de la ballena, Jonás fue depositado por el monstruo en la playa y profetizó la destrucción de Nínive, que en efecto cayó. A ver si el Dios de la historia repite la jugada.

Considerado por unos como "la roca donde me aferro" (Salmos, 18, 2) y por otros como el escollo que impide volver al puerto, precario pero seguro, de la Generalitat intervenida, Puigdemont es ya un islote de naturaleza pétrea batido por las olas en medio del océano. Dado que con toda seguridad la cultura se convertirá de nuevo en el centro de gravedad del catalanismo, no es impertinente recordar la historia de Redonda, una isla tan real en el mapa como ficticia en tanto que reino. Si la reina Victoria otorgó el título de rey de Redonda a MP Shiel, y si el escritor Javier Marías fue privado de ser heredero del trono por su condición de español y por lo tanto descendiente de colonialistas, bien podría la famosa pero no nata asamblea de electos de Catalunya, conceder a Puigdemont el título de president de la República Catalana. En el exilio, claro está, y a saber hasta qué punto en la ficción.