Política y espectáculo
Humor por encima de todo
Reír nos une y nos hace olvidar algunas diferencias que sin la cara humorística se hacen irresolubles
Hace unos días acabamos temporada en Madrid. Han sido tres meses y medio muy intensos. La complicada situación política que se vivió en Catalunya en los meses de octubre y noviembre la sufrimos con la tensión añadida de vivirla desde la capital. Muchos madrileños vivieron aquellos acontecimientos con tristeza, preocupación, incomprensión e incluso con hartazgo. Un ambiente que afectó inicialmente nuestra taquilla. Cuando llegamos, la venta anticipada no estaba yendo como de costumbre, y es que el estado de ánimo general no convidaba a la diversión.
La promoción del espectáculo fue muy complicada; la política catalana ocupaba todos los programas de radio o televisión y en todas las redacciones no quedaban espacios ni tiempo disponible para la cultura. Un arranque precario que, con el paso de las semanas, afortunadamente, se normalizó y fuimos recuperando el público perdido. Desde Barcelona nos preguntaban si achacábamos el descenso de espectadores al hecho de ser catalanes. Nosotros no lo pensábamos así, aunque era imposible saber si algún radical podía ser capaz de tomar la decisión de no venir a vernos por ser de un lugar o de otro.
Los espectadores que venían salían entusiasmados, lo que nos demostraba que el humor se antepone a los lugares de procedencia, por lo que la posibilidad de haber sido castigados quedó descartada a las pocas semanas. El público empezó a responder como siempre hasta llenar el aforo del teatro. Y es que el humor que se basa en evidenciar los comportamientos más básicos, los más comunes a todos, no entiende de lenguas ni de fronteras.
Que nadie piense que en este artículo persigo elogiar nuestro humor, y mucho menos hacer publicidad propia: eso no me lo permito desde que colaboro en este diario. Simplemente trato de evidenciar que el humor es una herramienta capaz de aglutinar a gente de todas las edades y de todas las ideologías. Reír nos une y nos hace olvidar algunas diferencias que, cuando el humor se ausenta, se hacen irresolubles.
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