La lucha contra el cáncer

Deconstruyendo la quimioterapia

Algunos fármacos ayudan a nuestro sistema inmunológico a reconocer las células tumorales como ajenas y combatirlas

Muestras de sangre para ser analizadas

Muestras de sangre para ser analizadas / periodico

MANEL ESTELLER

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El irrepetible Ferran Adrià introdujo en la cocina el término deconstrucción, o desconstrucción, para hablar de cómo descomponiendo un plato típico en sus componentes y luego volviendo a su agrupación de forma diferente podemos obtener un plato de fisonomía diferente, pero gusto similar. Casi parece una definición científica y el concepto viene del mundo de la filosofía y la arquitectura.

Pues bien, un régimen de quimioterapia llamado CMF, dado para el cáncer de mama, puede ser descompuesto en sus ingredientes: ciclofosfamida + metotrexato + 5-fluorouracilo. Y el plato FOLFOX significa ácido folínico + 5-fluorouracilo + oxaliplatino. Cada uno de estos condimentos es un fármaco antitumoral. Hablemos un poco de esta gran familia de medicamentos contra el cáncer.

El comienzo de la quimioterapia fue un poco macabro. El 'gas mostaza' que se usaba como arma toxica a la primera guerra mundial fue redescubierto por investigadores de la Universidad de Yale como el primer fármaco contra el cáncer ya que provoca un descenso de los linfocitos, las células que proliferan sin control en la leucemia. Derivados del mismo son, entre otros, la ciclofosfamida y la temozolomida. Esta última, como entra bien dentro del cerebro, se usa para tratar el glioma, tumores de las células blancas que sostienen a las neuronas.

Romper el ADN

Otra familia de fármacos de quimioterapia es la formada por derivados del metal platino, que además de usarse en joyería, ha derivado los medicamentos carboplatino, cisplatino y oxaliplat. Los dos primeros se usan en el cáncer de testículo y ovario, y el segundo a los tumores de colon. Su función es la de romper el ADN.

Hay varias familias de fármacos de quimioterapia originados en plantas Qi que después son modificados químicamente para que sean más efectivos: de la 'vinca rosea' ('Catharanthus rosea') se derivan la vincristina y vinblastina usadas en leucemias y sarcomas; del árbol del tejo del Pacífico (Taxus) obteniendo los taxanos, como paclitaxel y docetaxel, para cáncer de mama y pulmón; desde el árbol manzana de mayo o mandrágora americana producimos el etopósido y el tenipósido, y del árbol de la felicidad asiático (Camptotheca acuminata) derivamos camptotecina, irinotecano y topotecano.

Pero también usamos como fármacos antitumorales moléculas definidas como antibióticos, este sería el caso de la doxorrubicina o la mitomicina. Y dentro de los quimioterápicos clásicos también tenemos sustancias que interfieren en el metabolismo celular, como un antagonista del ácido fólico (metotrexato), y de la síntesis del ADN con el 5-fluoruracil, el fármaco más común en cáncer colorrectal. Finalmente, unos fármacos antitumorales también con larga tradición, pero que no son estrictamente quimioterápicos, son los agentes antihormonales, como los antiestrogenos usados para tratar los tumores de mama.

No obstante, los últimos años han visto nacer una generación de nuevos fármacos contra dianas tumorales muy diferentes que causan menos efectos adversos. Por ejemplo, el uso de pequeñas moléculas y anticuerpos contra las proteínas llamadas tirosina quinasas.  

Fármacos similares serían los inhibidores de las serina-treonina quinasas como los que bloquean el oncogen BRAF (melanoma).

Células ajenas

También tenemos los fármacos epigenéticos, como un inhibidor de las metiltransferasas del ADN para tratar el síndrome mielodisplásico o un bloqueante de histona desacetilasas (HDAC) para la terapia del linfoma cutáneo y Síndrome de Sézary. O la irrupción espectacular de la inmunoterapia con fármacos como los anti-PD1, anti-PD-L1 y anti-CTLA-4 (melanoma, cáncer renal y de pulmón) que provocan que nuestro sistema inmune pueda reconocer las células tumorales como ajenas a nosotros y atacarlas.

Y lo más nuevo: usar células como medicamento. Son las células CART donde se usan linfocitos T modificados que se pegan a las células cancerosas específicamente para destruirlas. Los ensayos son muy prometedores y en el Institut Josep Carreras y en el Hospital Clínic de Barcelona, bajo la dirección del doctor Álvaro Urbano-Ispizua, están haciéndose los primeros estudios en nuestro país. Unos proyectos donde ha sido decisiva la aportación de la sociedad civil, desde la Fundación Josep Carreras, la Fundación Gloria Soler y el Proyecto ARI, emprendido por la joven Ariana Benedé y su familia. La lucha continúa.