La hoguera

La impunidad 'youtuber'

Son gente inmadura que ha deformado supropia imagen de tanto mirarse en el espejo de la respuesta de las redes

JUAN SOTO IVARS

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Seguro que ya habéis visto el vídeo. Un muchacho, cuyo nombre no es

necesario reproducir aquí, consideró que era una gran idea arrimar una bandera de España a los morros a Puigdemont

 mientras lo grababa en

vídeo. ¡Bésala, venga, bésala! El político estaba acompañado, pero

esto no evitó que Puigdemont mostrase cierto desamparo ante el abusón

. Esto lo detectará fácilmente quien haya tenido que lidiar con

ellos en el colegio. Es un matiz de los gestos aparentemente afables,

un deslizamiento servil, una respuesta demasiado tímida... Pero la manada

, por fortuna, no reaccionó aplaudiendo. "La mamarracha ha

conseguido que me ponga de parte de Puigdemont, ¡es para matarlo!". Me

lo dijo ayer un amigo que tiene la manía de votar a Ciudadanos por más

que su novio le amenace con hacerse hetero si persevera.

Los 'likes' emborrachan

En fin. Más allá del tuit y del mal, la anécdota muestra un rasgo inquietante de las redes

, que afecta sobre todo a los usuarios más

jóvenes. Nos dice hasta qué punto el "obrar para ser visto y

aplaudido" típico de la red distorsiona la valoración que hacemos de

nuestros propios actos. Ocurre tan a menudo que no cabrían aquí los

ejemplos del último mes. Los 'likes' emborrachan, confunden. El aplauso

es más ensordecedor que los gritos. Mirad a esos 'troles' infatigables

de Twitter a los que ríen la gracia decenas de miles. Mirad también

cómo un día, borrachos de aplauso, pulsan la tecla equivocada e

inmolan su reputación.

¿Recordáis al 'youtuber' que puso dentífrico en unas galletas y se las

dio de comer a un mendigo? ¿Y al chaval que llamó "caranchoa" a un

repartidor y recibió un trastazo como respuesta? Sus actitudes eran

análogas a la del tipo de la bandera. Como él, subieron la prueba del delito a la red

 convencidos de que habría premio. ¿Son pirados,

psicópatas? Yo no lo creo. Son gente inmadura que ha deformado su

propia imagen de tanto mirarse en el espejo de la respuesta de las

redes. Pero la sensación de impunidad que reciben es falsa, y al final

pagan el pato.