DOS MIRADAS

Energúmenos

El individuo que increpó a Puigdemont, sus acciones, deberían repugnar a todo aquel que tuviera un mínimo respeto por la convivencia

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Este energúmeno que increpó a Puigdemont en CopenhaguePuigdemont no solo no ha sido reprobado y vilipendiado por una acción tan burda sino que, en determinados foros y platós, ha sido tratado como un héroe patriótico. Digo "energúmeno" y no es un insulto, porque el diccionario aclara que se trata de una "persona agitada, llevada, por un entusiasmo excesivo, por una viva pasión".

Es un energúmeno, pues, con todas las de la ley. No solamente por el insulto inicial o por la voluntad explícita de ejercer la sumisión del contrario, sino también por todo lo que ha dicho después: «Se la he puesto delante de los morros y se la ha tragado como un choricito". 

Un individuo así, sus acciones, deberían repugnar a todo aquel que tuviera un mínimo respeto por la convivencia y también por todos aquellos que piensan que la bandera española no merece un trato tan torpe, tan rudo. Que nunca se debería imponer una bandera (la que fuera) ni por la fuerza de las armas ni por la insistencia de los chapuceros. 

Aventura inquisitorial

Esta vulgarísima aventura inquisitorial, sin embargo, vomitiva y delirante, no debería hacernos perder de vista un detalle. Puigdemont, guste o no guste lo que hace, es un factor decisivo en los días convulsos que vivimos. Y está absolutamente desprotegido. O casi. El personaje de la bandera –o cualquier otro, da igual– podría haber ido más allá de la chulería. Reflexionemos. No es nada exagerado imaginar situaciones más tensas. Irremediables.