IDEAS

Iniquidad colectiva

Escena de un episodio de 'Black mirror'.

Escena de un episodio de 'Black mirror'. / periodico

Xavier Bru de Sala

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Ya que la ciencia ofrece monstruos como Frankenstein, la técnica, para no ser menos, nos proporciona uno peor. El Twitter de cada día ofrece una oportunidad inédita de explorar los límites, tanto personales como sociales. El último episodio de la tercera temporada de 'Black Mirror', 'Hated in the Nation', es bastante más interesante que los dos primeros de la actual (luego mejora). Como un secreto, o sin que sus creadores se dediquen a contarlo, quizás por miedo a perder audiencia, el malo de los capítulos fundamentales de 'Black Mirror' no es el poder. Tampoco un personaje retorcido, mafioso o un asesino en serie. Los malos son los espectadores, los millones de irresponsables morbosos que se plantan ante el espejo de la pantalla negra y teclean dejando al descubierto sus propias tinieblas.

Hemos escondido nuestro Frankenstein en el armario de los filmes de terror, pero resurge con más virulencia en Twitter

Siempre han existido los insultos, la rabia, la violencia verbal y los deseos de accidente o enfermedad irrecuperable y dolorosa, no solo contra los que odiamos sino también contra quienes opinan distinto o actúan de modo que nos desagrada. La diferencia es que han abandonado la intimidad. Gracias a Twitter, hemos pasado de la inocuidad individual a la iniquidad colectiva.

En Twitter se encuentra mucha información del máximo interés, a menudo complementaria y a veces oculta. Abunda el material sensible. También actúa como válvula para aliviar la presión social contra las injusticias del sistema. Nada deja más descansado, ni más resignado, que un tuit con mala leche. Nada menos meditado y argumentado, y a más veces acertado, que un tuit. Este episodio de 'Black Mirror' se localiza al más vilipendiado, al linchado por más tuiteros. El ganador en la red sufre en la realidad la horrible pena deseada, que es de muerte.

Hemos escondido nuestro Frankenstein en el armario de los filmes de terror, pero resurge con más virulencia en Twitter. La culpa nunca es de los agentes reveladores.

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