ANÁLISIS
El largo adiós del hijo de Porto Alegre
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Dicen que Ronaldinho se retira, definitivamente. En realidad hacía más de dos años que no jugaba encuentros oficiales, pero había conseguido prolongar su carrera a base de partidos de solteros contra casados, pachangas, exhibiciones festivas con sus amigos, en Brasil, que servían para darle la sensación de que seguía jugando al máximo nivel.
Lo interesante del asunto es que uno veía esos encuentros –el último fue en julio pasado, en Karachi, Pakistán– y la versión de Ronaldinho no distaba mucho del gran jugador malabarista que todos recordamos de la época del Barça. La misma sonrisa, los mismos goles fabulosos, las espaldinhas y elásticas, los pases mirando hacia Fuentealbilla, solo que frente a unos rivales más relajados y, a menudo, boquiabiertos ante las jugadas de su amigo.
Estos días, pues, recordamos al mejor Ronaldinho y, si vemos en video los greatest hits de sus actuaciones, nos damos cuenta una vez más de su papel central en toda una época. No había nadie como él. Ganó un Balón de Oro, pero por juego y espectáculo da la sensación que le escatimaron algún otro.
Con el Bernabéu en pie
Con la perspectiva de los años, incluso su forma de debutar con el Barça resumía muy bien lo que luego fue su vida en Barcelona: con nocturnidad, pasada la medianoche del 3 de septiembre del 2003, en ese partido contra el Sevilla en el que nos regaló un catálogo de asistencias y marcó un gol desde fuera del área cuya celebración por parte del público incluso recogió el sismógrafo del Observatori Fabra.
Tras dos años de pachangas, Ronaldinho se ha ido pero dejando un legado muy importante en la historia del Barça
La algarabía de esa noche y de muchas otras que vinieron –como ese Bernabéu en pie aplaudiéndole– resonaba también esta semana en las palabras que Pep Guardiola dedicó al 10 brasileño. «Fue la persona más influyente –junto al presidente Laporta– en recuperar una autoestima que en esa época estaba un poco baja en el Barça», dijo. «La capacidad que tenía para ganar partidos él solo era abrumadora».
Dentro de unos años, cuando intentemos fijar los pormenores de esta edad de oro que esta viviendo el Barça, nos daremos cuenta de que el Gaúcho fue una pieza clave también como rabino de Messi. Cuando empiezan su vida profesional, todos los grandes jugadores se buscan a un rabino en el vestuario. Es esa voz de la experiencia que les introduzca en el saber, que les tome bajo su protección y les ayude a ganar confianza, que les advierta de los errores de novato.
Un buen rabino para Messi
Por increíble que parezca, Ronaldinho fue un buen rabino para Messi en su primer año. Tras verle entrenar varias sesiones con el primer equipo, le pidió que se sentara a su lado en el vestuario. En el campo, el día de su debut en la Liga, frente al Albacete, le estuvo buscando en cada pase para que Messi marcara, y así fue. Luego vinieron muchas más asistencias, un diálogo fructífero e irrepetible, todo un ejercicio de generosidad por parte del hijo de Porto Alegre.
La llegada al primer equipo de Guardiola supuso la salida de Ronaldinho. Es probable que fuese un sacrifico necesario para que Messi llegara a ser quien es hoy: el mejor del mundo y, además, un rabino que sigue buscando un pupilo a quien traspasar su sabiduría.
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