Populismo y desconfianza
La victoria sobre el populismo pasa por desenmascarar sus métodos y recuperar la confianza de los ciudadanos
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Human Rights Watch ha sorprendido a más de uno al proclamar que en el año 2017 el populismo retrocedió tras el auge que tuvo en 2016 con la victoria de Donald Trump. Sustenta su optimismo en el éxito de Emmanuel Macron frente a Marine Le Pen. El reciente debate sobre una posible repetición del referéndum del brexit en Gran Bretaña, las declaraciones ante el juez de los investigados por la DUI catalana, el giro procesal del caso Gürtel a raíz del cambio de versión de Correa o el reciente mea culpa de Pablo Iglesias hubieran podido servir igualmente de aval. Con todo, la contención de determinadas prácticas no debería eximirnos del necesario debate sobre la naturaleza y el funcionamiento del populismo.
Uno de los padres del invento, Ernesto Laclau, dejó claro en su momento que el populismo no era una ideología sino una forma de acción política. Tendemos a ver la paja populista en el ojo ajeno mientras obviamos la viga en el propio. De manera que, siguiendo a Laclau, el populismo puede ser conservador, liberal, socialdemócrata, comunista, españolista, independentista o democristiano. Lo recordaba este jueves viendo el ¿Dónde estabas en 1983? de Ana Pastor en La Sexta. Apareció de pronto un jovenzuelo Felipe González quejándose de la maléfica interpretación que hacían aquel año la oposición y los medios de la reconversión naval, “que no destruía puestos de trabajo, sino que salvaba los máximos posibles” (sic). Trumpismo solo equiparable a la campaña de la “OTAN, de entrada, no”, a los 800.000 puestos de trabajo de Alfonso Guerra, o a los hilillos de plastilina de Rajoy.
En cuanto al funcionamiento, el convencimiento general es que el populismo vence por su capacidad de mentir frente a la ingenuidad de los votantes gracias a la potencia de sus menajes. Una mirada algo más profunda nos señalaría que nace de la desconfianza en las personas y en las instituciones. Cuando ciertos medios informativos denuncian la manipulación de las redes, una parte sustancial de la población se muere de la risa. Pasar de la contención a la victoria sobre el populismo pasa por desenmascarar las recetas políticas antidemocráticas que se esconden tras él y en recuperar la confianza de los ciudadanos. Rajoy y Puigdemont deberían tomar buena nota.
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