Los lujos de Valverde

El técnico puede reservar a Iniesta, permitir una aclimatación lenta de Dembélé, e incluso aguardar sin ninguna ansiedad el estreno de Coutinho

Ernesto Valverde

Ernesto Valverde / AB

Albert Guasch

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El gamberro y ocurrente Robbie Williams describió de forma inolvidable la experiencia de asistir al parto de su primera hija. No cabe duda del ángulo de visión que escogió el cantante de 'Let me entertain you'. "Fue como ver tu pub favorito destruirse en llamas", soltó. 

Si uno fuera seguidor del Real Madrid leería la frase como una lección de ingenio, eso de entrada, pero también puede entrever una metáfora balompédica: las cenizas blancas pueden alumbrar a unas criaturas (futbolísticas) de lo más queridas.

Hay que acertar en el diagnóstico del incendio, que consiste sin duda en aceptar que la BBC es un tridente en siniestro total, y también en la reconstrucción, que parece pasar por Neymar, a decir de quienes conocen las intenciones perversas de Florentino Pérez.

Los malos ratos

Ver la casa del vecino arder pareció amodorrar a los jugadores azulgranas en Anoeta. El fuego trepidante genera a menudo una paralizante fascinación. O quizá es que algunos resortes psicológicos se activaron involuntariamente, conscientes de los malos ratos vividos en el escenario donostiarra. ¿Cómo pesa en un equipo saber que no ha sido capaz de haber ganado allí desde el 2007? ¿Cómo no acordarse de la cacareada maldición cuando la Real del alicaído Eusebio se puso con un 2-0? «¡A ver si es verdad que no se puede ganar aquí!», aseguró Ernesto Valverde que llegó a pensar. 

Pero no hay maleficio eterno para el equipo barcelonista actual. Ni modorra que dure más de lo inconveniente. Ni diluvio que encharque a unos futbolistas tan determinados y estructurados. En el descanso, con el 2-1 en contra, vimos gracias a la realización televisiva una suerte de asamblea en el túnel de vestuarios en la que no se percibió nerviosismo alguno, ningún tipo de reproches por los desajustes mostrados, tan solo calmadas instrucciones compartidas para afinar y reaccionar. Una escena que emanaba seguridad. 

No hay duelo

Y se vio en la segunda parte el equipo de la primera vuelta del campeonato, el que ha permitido alcanzar una distancia galáctica de 19 puntos sobre el Madrid, más cerca del descenso que del liderato. Dato sin duda vergonzoso para la grandeza blanca. Ya no hay duelo. Es un insumergible frente a un hundimiento. Ni Anoeta descabalga a un conjunto que parece resuelto a convertir la liga española en la liga menos competida de Europa. 

Se puede reservar a Iniesta, se puede permitir una aclimatación lenta de Dembélé, e incluso se puede aguardar sin ninguna ansiedad el estreno del lesionado Coutinho. Son grandes lujos del Barça de Valverde.  Todo va de cara. Incluso se puede dar por oficial la recuperación de Luis Suárez, tan participativo ayer y tan efectivo como en sus mejores noches. Qué fino estuvo en la rosca del segundo gol el metalúrgico delantero. Lo hizo adrede, ¿no?

Y otra rosca antológica fue la de Messi. Cae de muy alto ese lanzamiento de falta, el del cuarto tanto. Como si los principios de la física hubieran quedado en suspenso. Siempre se las apaña para merecer lo muchísimo que parece ganar.