La clave de la escucha y el diálogo

Razón y emoción en la arena pública

Parece que nos hemos refugiado más en un emotivismo que pretende ponernos la piel de gallina

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NÚRIA ICETA

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En los últimos tiempos vivimos una tensión continua entre razón y emoción. Cada vez más se apela a las emociones para comunicar, como si fueran nuevos vehículos de argumentación para sustituir los instrumentos tradicionales de la razón. Muy a favor de tener en cuenta las emociones, y tanto (les habla una llorica), pero siempre y cuando no sean una excusa para no dar explicaciones razonadas del porqué y el cómo de las cosas.

Desgraciadamente, me parece que tal vez sin pretenderlo nos hemos refugiado más en un emotivismo que pretende ponernos la piel de gallina que en unos argumentos que nos hagan poner las manos en la cabeza. ¿Las emociones "a flor de piel" van acompañadas de ideas, de sentimientos que hagan su recorrido más adentro, en el corazón y en la cabeza? 

A favor de tener en cuenta las emociones, pero siempre que no sean una excusa para no dar explicaciones razonadas del porqué y el cómo de las cosas

Condición esencial e indispensable

La emoción es esencial para transmitir cualquier idea o mensaje. A mí me aburren mortalmente los conciertos de virtuosos del piano o del violín. No veo el sentido a demostrar que se es el más ágil o el más rápido, porque la supuesta perfección no contempla las particularidades humanas, no me transmite ningún sentimiento.

El otro día me contaron el caso de unos padres que descubrieron que su hijo era superdotado en todos los parámetros posibles que consideran los psicopedagogos. Les aconsejaron que lo cambiaran de escuela para llevarlo a un centro especializado donde explotaran al máximo sus capacidades cognitivas. Pues bien, los padres prefirieron mantenerlo en su escuela donde, sin duda, ya estaban fomentando sus capacidades y donde, además, por contacto con su entorno, rico y diverso, podía mantener su equilibrio emocional. No tiene por qué ser una norma universal, pero me causó un gran respeto y emoción.

La emoción es condición humana indispensable, pero puede que encontremos un poco más el equilibrio, porque las emociones nos hacen vulnerables y por lo tanto más manipulables que la razón. De acuerdo que los argumentos pueden discutirse ad libitum, pero el uso de las emociones como reclamo me parece demasiado a menudo pornográfico.

La emotividad está en todas partes, en los programas de entretenimiento de la televisión (ya no digamos en la publicidad), en el relato del paso de las "visitas" a las "experiencias" en nuestras actividades culturales, en las adhesiones incondicionales y las lapidaciones virtuales de las redes sociales, en las conversaciones de café que santifican o condenan al fuego eterno, y también, por supuesto, en los discursos políticos. La emoción son las gafas de leer la razón y también el tono de voz con que nos expresamos y que pueden hacer cambiar totalmente el sentido de una afirmación. Una aseveración hecha desde la razón nunca será una afirmación de lectura única, igual para todos. 

'Verdad' y 'posverdad'

Esto que ahora llamamos "el relato" se construye en el vértice, precisamente, de razón y emoción, y ha hecho que el concepto de 'verdad' se haya sofisticado permitiendo lecturas múltiples y dando lugar a conceptos tan extraños como el de 'posverdad' para nombrar lo que antes llamábamos sencillamente mentiras. Quizá sea por la complejidad de la situación política y social en todo el mundo: dado que nos cuesta entenderla y aún más cambiarla, poco a poco nos hemos ido desentendiendo de ella.

Yo no he perdido la esperanza. Creo que la gente sabe muy bien si se detiene a pensar en ello cuando le están tomando el pelo. Debemos poder usar la razón para decirnos las cosas y gestionar las emociones que nos deben permitir decirlas con claridad y amabilidad. Porque no siempre el que calla otorga ni todos los silencios son cómplices... si no bajamos todos juntos el tono, la intensidad con la que vivimos y expresamos nuestras ideas no estamos dejando espacio al silencio, también necesario, para crear las condiciones de posibilidad de construcción de un relato colectivo de múltiples piezas de tipologías diversas.

Las bromitas al borde del insulto, el nivel de agresividad y contundencia a que hemos llegado en muchas tertulias, en algunos artículos de opinión, en las redes sociales que se convierten un auténtico oxímoron de lo que se supone que pretenden, provoca un desgaste constante.

En convivencia

Ya lo explicó gráficamente la película 'Inside Out', las emociones suelen ser la otra cara de una misma moneda. Y veo que la gestión de las emociones, la sociología de las emociones son disciplinas normalizadas en el ámbito de la academia cuando ya hace más de 20 años que David Goleman escribió su libro Inteligencia emocional. Razón y emoción se necesitan, deben ayudarnos a conectar mundos que no se escuchan entre sí, su convivencia es, de hecho, la clave para la escucha y el diálogo, desde la intimidad personal de cada uno a la gestión colectiva de nuestras comunidades.