Mariano Rajoy, el último Jedi

Skywalker y el presidente del Gobierno son los únicos que saben dónde están y dónde quieren llegar

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante su comparecencia de fin de año en el Palacio de la Moncloa.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante su comparecencia de fin de año en el Palacio de la Moncloa. / JUAN MANUEL PRATS

Antón Losada

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En la penúltima entrega de la extraordinaria saga, 'Star Wars VIII: The Last Jedi', todos buscan a Luke Skywalker; unos quieren acabar con él para siempre y otros esperan que emplee la Fuerza para salvar la galaxia. Aunque cueste admitirlo, Mariano Rajoy es nuestro Skywalker, el último jedi de la política española. Casi todos, empezando por algunos en su partido, le buscan para entregarle el certificado de defunción política y unos pocos leales aguardan a que la fuerza marianista vuelva a prevalecer contra todo pronóstico. Nada nuevo en realidad. Una abrumadora mayoría de los análisis y diagnósticos formulados en los últimos años sobre nuestra política se resumen en la misma idea: la culpa es de Rajoy porque nunca hace nada.

Se parecen tanto que ambos comparten incluso la misma ventaja sobre sus rivales: Skywalker y Rajoy son los únicos que saben dónde están y dónde quieren llegar.  Albert Rivera ha corrido a declarar -otra vez- el fin del bipartidismo y vaticinar su victoria en las próximas generales mientras prometía la cuadratura del círculo en Catalunya: no va a intentar gobernar pero va a impedir que gobiernen los otros.  El PSOE cree que España está sin presidente pero no ve necesarias elecciones, lo urgente era dejar claro que Podemos fue un amor de verano. Podemos se ha apresurado a proclamar como su gran éxito quedarse solos en la oposición. El único que no se ha movido, sencillamente porque aún no hay adónde ir, ha sido el jedi Rajoy. El marianismo no se desequilibra: la economía va bien, el Gobierno hace lo que debe y lo de Catalunya se arreglará cuando les vuelva el sentido.

Hasta que se constituya el Parlament, sepamos qué pasa con los ocho diputados nacionalistas que están fuera o en prisión, si Carles Puigdemont vuelve o inventa la presidencia por plasma o si habrá Govern o repetición de elecciones, lo sensato parece esperar y ver. Eso ha hecho Rajoy como solo él sabe: poner en marcha el reloj de la legislatura catalana, darle a Rivera un poco del protagonismo que a él personalmente tanto le sobra para que se líe, dejar que la izquierda se enzarce sola y empezar a amarrar los Presupuestos con un lendakari Urkullu que también cree que no se puede gobernar un país a distancia.

La misma pregunta

El presidente tiene claro que, con o sin mensaje de fin de año, la posición de PuigdemontPuigdemont resulta insostenible, la unidad nacionalista reventará antes o después y una cosa es votar a Ciudadanos en Catalunya para que dé caña al independentismo, sabiendo que ni quiere ni va a gobernar, y otra cosa será votar en España para elegir al Ejecutivo que gestiona la economía o las pensiones. Como siempre casi todos le avisan de que se equivoca, pero eso tampoco es novedad. También este iba a ser el año del Gobierno desde el Parlamento con un Rajoy cercado y en minoría, pero ha acabado siendo, como siempre, otro año de Gobierno desde la Moncloa. Todo indica que acabaremos el 2018 preguntándonos lo mismo que en este final del 2017: ¿cómo lo hace?