Análisis

Turistas y trabajadores: ¿transporte público al mismo precio?

Es preciso un debate serio sobre las tarifas que proteja a los usuarios cotidianos y reduzca las fronteras zonales

Tornos de acceso al metro de Barcelona.

Tornos de acceso al metro de Barcelona.

RICARD RIOL JURADO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Después de años de congelación de varios títulos de transporte, se subirán ahora las tarifas del transporte metropolitano un 2% a prácticamente todos los billetes. Por ejemplo, la T-10 de una zona, que es la más utilizada con un 38% de validaciones totales, pasará de costar 9,95 euros a 10,20; un encarecimiento inferior a tres céntimos por viaje. El problema es que también suben títulos de transporte de base mucho más caros, como son las tarjetas de dos zonas o más, las T-50/30 o los abonos T-Mes y T-Trimestre, que lejos de encarecerse deberían haber sido rebajados, y que de habrían de dirigirse a los usuarios más habituales.

Con el actual esquema de precios, un turista y una persona que va camino del trabajo (40 viajes mensuales) utilizan el mismo tipo de billete en una zona: la T-10. Y es que el 61,5% de los viajes de turistas se hacen con este título de transporte, que está altamente subvencionado. Por el contrario, las personas que utilizan diariamente el transporte público no siempre les sale a cuenta comprar una T-50/30 o una tarjeta T-Mes de viajes ilimitados. Y esta es la gran anomalía de nuestro sistema tarifario en comparación con otros sistemas europeos.

El abono anual ilimitado de Viena cuesta 365 euros para una zona, un euro al día; mientras que en Barcelona el equivalente en tarjetas T-Mes costaría 646 euros al año. En Barcelona, descontando la tarificación social, solo uno de cada seis viajes integrados se hace con abono de tarifa plana (T-Mes o T-Trimestre). El resto de trayectos se hace con billetes consumibles que 'se gastan' en cada validación; por tanto, se usan bajo el principio de ahorro en caso de existir alternativas como el vehículo privado. En cambio, en Europa se favorecen los abonos de tarifa plana porque con un solo pago estimulan el uso del transporte público por principio de amortización. Haciendo un símil con la telefonía, se trataría de dar el salto de la antigua tarifa por minutos a la tarifa plana y uso ilimitado.

Agravios territoriales

Un segundo problema es el salto de una a dos zonas, que duplica el precio de la T-10, generando agravios territoriales inacabables: ir de Barcelona a Molins cuesta el doble que a Sant Feliu, un sinsentido. Desde la PTP, hace años que pedimos un debate serio sobre tarifas, que vaya más allá de los céntimos de la T-10, abordando la necesidad de proteger a los usuarios cotidianos y reducir las fronteras zonales.

Pero desgraciadamente demasiados políticos echan balones fuera, culpando al Estado o no reconociendo los problemas del sistema tarifario. Al Estado hay que exigirle inversiones de las que es competente, como las Cercanías o el carril bus en la B-23, pero no del encarecimiento de unas tarifas que son competencia exclusiva de la Generalitat y algunos entes locales. Es preciso que Generalitat y Ayuntamiento se centren en sus competencias y promesas: que apliquen la ley 21/2015 de financiación del transporte público y que favorezcan un sistema tarifario más racional. Mientras tanto, solo queda felicitar a los turistas, que seguirán disfrutando de la misma subvención al transporte público que una persona que va camino del trabajo.