Atención al público

Soy antisistema informático

"El sistema no me lo permite" es la coartada perfecta para aquellos que eluden colaborar

Un hombre teclea en un ordenador portátil.

Un hombre teclea en un ordenador portátil.

CARLES SANS

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Siempre he dicho, y de hecho lo he escrito como tema en esta columna, que vivimos en una sociedad de la que dependemos tanto los unos de los otros que nuestro destino siempre esta en manos de alguien. Para obtener cualquier cosa casi siempre ha de intervenir la mano de una o varias personas que nos facilitan o, por el contario, nos las complican, depende de con quien tengamos la suerte o la desgracia de topar.

Alguna vez he podido viajar en un avión que se me escapaba gracias a que algún empleado con voluntad de servir se mostró colaborativo e hizo posible que, en el último momento, pudiese volar. Pero también me he encontrado con personas que no han querido entender que el resto de mi día, y muchas circunstancias más, dependían de su negativa a echarme una mano en una situación límite. Es cuestión de actitud ante la vida y ante el semejante. Sin embargo, hoy en día ha aparecido un tercer factor, que no es humano, con capacidad de decidir nuestro destino porque así lo hemos permitido. 

Sometimiento al ordenador

Los ordenadores y sus sistemas operativos han llegado para sustituir la voluntad de aquellos que, hasta hoy, podían ayudarnos. Ahora ante un servidor público al que le reclamamos una excepción, este se escuda en que no puede y suelta la fatídica frase: "El sistema informático no me lo permite". Dicho lo cual, se acaban las disputas, porque la persona admite su sometimiento al ordenador que es quien le permite o no realizar ciertas diligencias.

Estoy en Correos y la cola de gente esperando es muy numerosa, le digo a la señorita si puede consultar si mi paquete ha llegado para, en caso negativo, no tener que esperar a que llegue mi turno. Me dice que no, que el sistema no se lo permite, que espere mi turno. Salgo y utilizo un coche con chófer cuyo trayecto va programado por un GPS, y a pesar de que sus indicaciones son muy mejorables, me dice el conductor que está obligado a seguirlas porque así se lo dicta la compañía.

"El sistema no me lo permite" es la coartada perfecta para aquellos que eluden colaborar. Yo no creo en ese sistema, pero ha llegado para quedarse y hacer imposible la posibilidad de diálogo que nos quedaba.