ANÁLISIS

Algún día todo este dolor te será útil, Mariano

Hace tiempo que el 'marianismo' asumió que el discurso que rentabilizan en el resto del Estado les deja fuera de la competición en Catalunya

Xavier Garcia Albiol vota en el colegio Lola Anglada de Badalona.

Xavier Garcia Albiol vota en el colegio Lola Anglada de Badalona. / periodico

ANTÓN LOSADA

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Ya sabíamos que podía haber descalabro. Pero también sabemos que, como bien relata la icónica novela iniciática de Peter Cameron, algún día todo este dolor te será útil; sin ir más lejos, puede que en las próximas elecciones generales, cuando Rajoy se presente ante su electorado como el presidente de la recuperación que supo mantener la calma y el pulso ante el lío catalán. A sus críticos, además de valor, les falta visión. Quién espere movimientos significativos entre las filas populares durante los días venideros o no conoce bien al Partido Popular, o no conoce a Mariano Rajoy. Se cerrarán filas y no habrá críticas, solo cuchicheos, porque todos los aspirantes a sucederle han aprendido ya que quien habla, pierde. 

Los mismos que lo elevaron al Olimpo de los estrategas, entre Mao Juan de Austria, tras la briosa jugada de convocar las elecciones el mismo día que aplicaba el artículo 155 querrían lanzarse ahora a su cuello ante la debacle electoral en Catalunya; como si el presidente del Gobierno en minoría de España y del principal partido de la derecha hubiera tenido más opción que hacer exactamente lo que hizo: esperar a poder aplicar el 155 con el apoyo del líder de la oposición.

Hace tiempo que el 'marianismo' asumió que el discurso que rentabilizan en el resto del Estado les deja fuera de la competición en Catalunya. Esa estrategia no va a cambiar, con o sin mayoría independentista y con o sin Carles Puigdemont al frente. El cálculo es que los frutos del 155 y la confrontación con los nacionalistas caigan maduros en las próximas generales, no recoger ahora una cosecha que parecía imposible. Pero la rotunda victoria de Ciudadanos en el bloque no nacionalista agrava un problema ya revelado en los comicios de 2015: se ha visualizado aún con mayor claridad cómo, con el acelerante de la corrupción, resulta posible y probable un relevo en el liderazgo de la derecha que convierta a los naranjas en fuerza de gobierno y a los azules en partido de apoyo.

Estrategia clonada

Albert Rivera y los suyos han medrado sobre el 'no' a todo y la alerta constante ante posibles cesiones de la Moncloa al chantaje independentista. Han clonado la estrategia que ayudó a crecer al propio Rajoy y los populares. Nadie sabe cuál es su solución para Catalunya, igual que nadie sabía qué proponía Rajoy. La principal diferencia reside en que el presidente siempre ha dicho 'no' a la reforma constitucional, porque conoce a los suyos y sabe que ni puede ni va a meterse en ese combate porque abriría en canal a su partido y a su electorado.

Rivera ha sido más avaricioso y pretende quedarse tanto el voto de quienes ven en la Constitución la última línea roja como de quienes quieren reformarla. Ahora, si quiere gobernar en Catalunya habrá de defraudar a sus votantes más duros y si aspira a competir con el PP en España deberá irritar a sus electores más reformistas. Como bien nos ha demostrado Rajoy, en política no gana el más rápido, gana quién administra mejor sus fuerzas.