Que no nos roben los pies

He leído un texto de Marc Antonio Llobet sobre las bicicletas urbanas. Me parece muy oportuno, ahora que se ven cada vez más ciclistas circulando por Barcelona. La bicicleta ya se ha consolidado como medio de transporte urbano. Naturalmente, la mayoría de ciclistas son jóvenes, pero hay veteranos que hacen pensar en una acreditada experiencia. No estoy seguro de que unos y otros puedan ser distinguidos por la prudencia. Hay ciclistas de todas las edades, y lo único que se puede decir es que los hay prudentes y temerarios, porque el tráfico urbano, en Barcelona, es una red de peligrosas sorpresas.

Los automovilistas –yo ya no lo soy– tienen miedo de los ciclistas por su capacidad de cambiar repentinamente de carril en un momento que el automovilista no ha previsto. La marcha en zig-zag permite ganar terreno, y por tanto tiempo.

Marc Antonio avisa de que a veces el ciclista pasa cuando el semáforo está rojo o de que avanza por la acera. Tiene a su favor que no contamina. Y en contra hay que admitir que el ciclista respira el aire contaminante de los humos de otros vehículos. No es bueno, sin duda, tragarse aires tóxicos con la respiración.

Cuando yo era joven hice largas bicicletadas por el Maresme. Durante la ida y la vuelta a casa creo que no encontré ningún coche. El aire era absolutamente limpio. Podría decir que incluso el sudor era limpio... Marc Antonio habla del óxido de nitrógeno, de las partículas en suspensión... Dice que no es recomendable en Barcelona hacer grandes esfuerzos respiratorios ni practicar grandes deportes en estas condiciones.

Dicen que, en Barcelona, hay bastantes robos de bicicletas. Si se me permite una pequeña ironía, diré que quizá estos ladrones de bicicletas nos las roban para que nos decidamos a hacer unas saludables caminatas.