Análisis

Catalunya y la 'curva de la sonrisa': sede empresarial y valor añadido

La 'revolució dels somriures' está generando una incertidumbre empresarial que puede terminar con la prosperidad

Fábrica 8 El textil pide mejoras para toda la industria.

Fábrica 8 El textil pide mejoras para toda la industria. / MARC VILA

ENRIQUE FEÁS

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A mediados de los años 90, el fundador de la empresa de ordenadores Acer, Stan Shih, analizó la rentabilidad de su compañía y comprobó que, a medida que se desarrollaba la tecnología informática, la rentabilidad de los procesos básicos de fabricación y ensamblaje era cada vez menor. Por el contrario, los procesos previos –investigación, patente de nuevos componentes, diseño de producto– y los posteriores –branding, márketing, distribución y servicio posventa– eran cada vez más rentables. Cuando dibujó en un papel la evolución de la rentabilidad en función de la fase del producto, el resultado fue una curva en forma de u.

Desde entonces se conoce como curva de la sonrisael fenómeno por el que, en muchos sectores –en especial los intensivos en tecnología–, el valor añadido y la rentabilidad se concentran en las fases del producto previas y posteriores a la fabricación, que pasa a ser el elemento más tangible pero menos relevante del proceso productivo.

El paradigma de la fabricación del iPhone

Esto no quiere decir que la industria no sea ya fuente de empleo o de valor añadido, sino que, en un mundo de cadenas de valor globales, se configura no tanto como un bloque sino como un complejo de elementos dispersos en los que los servicios vinculados pueden ser tan importantes como los propios bienes.

Así, en los años 60, un país que producía un televisor llevaba allí a cabo todas las fases de la producción. Hoy en día, comprar un iPhone de Apple diseñado en EEUU supone la importación y ensamblaje en China de más de 17 componentes de 5 países antes de su envío. Pero el made in China no debe engañarnos: la sede de EEUU se queda con más de un 60% del valor añadido, y China con apenas un 5%.

Esta curva de la sonrisa no se da en todas las industrias, pero sí en los sectores más intensivos en tecnología, I+D y diseño –donde las patentes suelen ser importantes–: empresas tecnológicas, de moda, calzado deportivo, químicas, farmacéuticas, biotecnológicas o servicios de alto valor añadido, como banca o seguros.

No habrá salarios industriales como los de los 60

Las implicaciones de política industrial son evidentes: un centro de producción –salvo excepciones, como industrias metálicas– puede ser hoy menos interesante que la sede de una multinacional con un alto componente de conocimiento o servicios accesorios (la pelea por la segunda sede de Amazon es un buen ejemplo). Y es que un alto valor añadido implica altos salarios, que hoy en día absorben investigadores, diseñadores y responsables de logística y márketing. La fabricación en sí, amenazada por la deslocalización y la automatización, ya nunca pagará a sus empleados –especialmente a los menos cualificados– salarios como en los 60, cuando generaba un alto valor añadido.

Todo este análisis es aplicable al reciente éxodo empresarial de Catalunya derivado de la incertidumbre y las tensiones secesionistas, ya que, en la medida en que se desplace la sede de dirección efectiva a otras comunidades autónomas, es muy probable que lo hagan también las actividades de alto valor añadido. Dicho de otra forma: si una empresa intensiva en tecnología se va de Catalunya, que mantenga allí solo la planta productiva va a ser un magro consuelo.

Quien crea que el traslado de sedes de empresas tecnológicas o de servicios de alto valor añadido no va a tener efectos sobre el PIB, los salarios y el empleo en Catalunya comete un grave error 

Lo preocupante es que, entre las 3.000 empresas que han anunciado su salida, muchas son intensivas en conocimiento: farmacéuticas o biotecnológicas (Laboratorios Ordesa, Pangaea Oncology, Indukern, Oryzon o Uxafarma), de telecomunicaciones (Eurona, Cellnex), textiles (Dogi) o químicas (Inkemia); y también servicios de banca (CaixaBank, Banc Sabadell) o seguros (Zurich, Axa o Catalana de Occidente), cuya rentabilidad hoy en día ya no está vinculada al negocio tradicional de sucursales sino a la banca digital y de inversión, seguros y productos a medida, lejos de la parte central de la cadena de valor.

Así pues, quien crea que el traslado de sedes de empresas tecnológicas o de servicios de alto valor añadido no va a tener efectos sobre el conocimiento, el crecimiento, el PIB, los salarios y el empleo en Catalunya está cometiendo un grave error: el error de interpretar la economía del siglo XXI con claves del siglo XX. Porque en estos sectores la sede puede llevarse consigo gran parte de la cadena de valor más relevante.

La llamada revolució dels somriures está generando una incertidumbre empresarial que, enfrentada a la realidad del éxodo empresarial y a la corba del somriure, puede terminar con la prosperidad económica de Catalunya convertida en una triste mueca de desesperación general.