Pequeño observatorio

Los tambores en la guerra y en la paz

Los humanos, tan evolucionados, seguimos expresándonos mediante ruidos

NBA Café: el 'showtime' llega a las Ramblas

NBA Café: el 'showtime' llega a las Ramblas / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Hacía mucho tiempo que no me subía a un taburete ante el mostrador de un bar. ¡Cuántas veces lo había hecho cuando era joven y tenía que encontrarme con un amigo! Ahora me ha costado un poco. Era un taburete clásico, de tres pies, y ya no estoy para hacer muchos equilibrios.

La vejez no se manifiesta solo en momentos importantes de la vida. También en pequeños gestos que ya no son automáticos, y por tanto fáciles. Yo he entrado en la etapa de los «¿te ayudo?». Pero, en fin, he subido al taburete, un invento tan útil como inestable, y cuando he vuelto a casa he buscado en los diccionarios qué dicen del taburete. «Asiento para una sola persona, sin brazos y generalmente sin respaldo».

Tamboret debe ser un diminutivo de tambor, como clarinete debe serlo de clarín y trompeta de trompa. A mí me gusta el sonido de los tambores, aunque pueden ser unos amenazadores tambores de guerra. El ritmo de un tambor crea sentimientos y su sonoridad es contundente. El tambor es un impulsor de batallas y también el anuncio de pacíficas fiestas mayores.

La guerra y la paz, la muerte y la vida, anunciadas por los tambores. Los humanos, tan evolucionados, seguimos expresándonos con ruidos. Incluso inventamos ruidos convertidos en medio de comunicación. El ruido de las campanas tradicionalmente ha informado  a los pueblos de un nacimiento y de la muerte de un vecino.

El tambor no es solo un ruido, es un autor de matices. ¡Qué bonita es la palabra tamborinada! Mi abuelo, que vivía en Sant Just, alzaba los ojos hacia el cielo y nos tranquilizaba a los niños: «No es nada, esto solo será una tamborinada».

Me parece que en las guerras de hoy no es necesario que los tamboreros avancen heroicamente para anunciar que las tropas avanzan. Las explosiones más brutales, las bombas, las ametralladoras, anuncian masivamente la destrucción.

Yo confío en que, subido en un modesto taburete, me permita mantener el equilibrio y no derrame la taza de café.