Pequeño observatorio

El agua que tenemos en la cantimplora

La cantimplora del tiempo se va vaciando. Si el día se hace noche, quizá podremos guiarnos por las estrellas. La fe es una admirable compañera de viaje

Una de las fuentes de los jardines de Laribal, en Montjuïc, ayer.

Una de las fuentes de los jardines de Laribal, en Montjuïc, ayer.

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Parece indiscutiblemente seguro de que mi apellido, Espinàs, viene del Rosselló. Los espinars son conjuntos de zarzales espinosos, en este caso a los pies de la Mare de Déu de l’Espinàs. Este hecho quizá me ha ayudado a interesarme por los árboles. De una manera superficial, lo confieso. Y ahora aprendo lo que ignoraba: unos estudios comparativos examinan los mecanismos químicos y los efectos sobre la salud de las partículas volátiles de los árboles.

En mis viajes a pie he caminado bastante, y ahora me dicen que pasear, o simplemente estar en un bosque, altera la actividad de un córtex determinado. Y también afecta la hormona relacionada con la obesidad. No lo sabía cuando hacía mis viajes a pie por la península. ¡Y yo que hacía estas caminatas puramente por placer! Y las habría hecho aunque me hubieran dicho que abandonarse a la pasión caminante era un pecado.

Ahora me dicen que los bosques son saludables. Si es así, lamento no haber dado las gracias a los que he atravesado. Les he agradecido, eso sí, las sombras que me ofrecían cuando un sol implacable me hacía fatigoso el camino. El placer de beber agua en un rincón de sombra. Recuperar una respiración pausada. Encinares, hayedos, y otros árboles que me acogían sin que yo supiera sus nombres.

Pienso en aquellos árboles que, en verano, rodeaban la fuente de Argentona. Un espacio familiar. No recuerdo qué beneficio se le atribuía. Sí que el hombre de la fuente nos daba perdices. Ir a la fuente no era caminar, era dar un paseo familiar. Años después yo me llevaría una cantimplora amiga para que me acompañara en lejanos territorios desconocidos.

Qué lección de frescura la de una fuente. Qué lección la de la vida. La cantimplora del tiempo se va vaciando. El camino del bosque se acaba después de la última curva. Pero somos unos caminantes tercos y esperanzados. Si el día se hace noche, quizá podremos guiarnos por las estrellas. La fe es una admirable compañera de viaje.