Los sábados, ciencia

La democracia y el método científico

La objetividad, la inteligibilidad y la dialéctica deben ser tres principios básicos para todo demócrata

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JORGE WAGENSBERG

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Uno de los detalles más notorios de la tensión entre constitucionalistas y soberanistas en Catalunya es que ambos colectivos esgrimen el concepto de democracia a la vez para acreditar sus posturas y para desacreditar la de sus oponentes. La democracia es ya un principio de feliz coincidencia, un método para tomar decisiones de colectivos que piensan diferente. Existen diferentes clases de democracia, pero comprenderla consiste en encontrar lo que todas ellas comparten. Y creo que todas tienen algo en común: el método científico. Es una buena ocasión para retomar aquí, ¡una vez más!, los tres principios fundamentales de tal método y sus respectivos beneficios.

El primer principio del método científico es el de objetividad: el observador de la realidad elige la manera de observar que menos afecta a la propia observación. El conocimiento que se obtiene por esta vía es máximamente independiente tanto del observador como del observado. Es la universalidad del conocimiento. Vale la pena. El demócrata acepta de buen grado el resultado si sabe que ha sido obtenido objetivamente, aunque sus preferencias sean otras. La corrupción y el nepotismo dinamitan este principio de raíz. Un parlamento con problemas para parlamentar se da de bruces contra la objetividad. Nunca se pierde el tiempo por ello, nunca. Cuando falla este principio, las explicaciones se filtran según conviene a cada subjetividad. (La no concesión a Barcelona de la Agencia Europea del Medicamento es para unos consecuencia de la violencia policial del 1-O, y para otros, de que Catalunya se quiere marchar de Europa.) ¡Se viola la objetividad propia para compensar cautelarmente la subjetividad ajena!

Arma contra la incertidumbre

El segundo principio del método científico es el de la inteligibilidad: la realidad es comprensible. Comprender es sencillamente la mínima expresión de todo aquello que comparten las realidades a comprender. Con ello se anticipa el tiempo y el espacio. Es el arma contra la incertidumbre, la supervivencia misma. Las creencias no anticipan ni comprenden. Demócratas de distintas creencias aceptan de buen grado el conocimiento que saben inteligible. Un paraíso fiscal es un concepto ininteligible. ¿Qué hacen todavía por ahí? Hace falta más inteligencia e inteligibilidad para pactar políticamente un cambio en un estatuto autonómico que para delegar la cuestión a un tribunal. ¿No se podía anticipar que las empresas huirían en estampida de Catalunya? ¿Alguien llegó a insinuar que el tiempo de recuperación podría abarcar varias generaciones? Nadie es perfecto, y menos en economía, pero una cosa es equivocarse y otra renunciar a comprender. La realidad ya no es inteligible con la Constitución de 1978.

La contradicción no es posible

Y finalmente, el tercer principio del método científico es el dialéctico: si el observador percibe que la realidad niega la verdad vigente, tiene ante sí dos opciones: cambiar de observación o cambiar de verdad. La ciencia no puede contener contradicciones. Gracias a este principio, la ciencia y la democracia se acomodan a los tiempos que les toca vivir. Vale la pena. ¿Cómo se puede machacar un disco duro a martillazos y soltar que tal es la rutina para cada vez que un ordenador cambia de usuario?  ¿Cómo se puede creer en la separación de poderes cuando la política se dirime ante jueces y fiscales? ¿La aceptación de una Catalunya independiente por parte de Europa está en terca contradicción con lo que esta no ha dejado nunca de declarar? ¿Cómo se puede negar la evidencia de una violencia contra ciudadanos votando pacíficamente delante del mismísimo corresponsal internacional que ha tomado las imágenes? ¿No es una contradicción que el colectivo de una trama corrupta al cubo se llene la boca con la recomendación de cumplir la ley?

No somos ingenuos: sabemos bien que todo es un juego de intereses y emociones. Pero si la ciencia es conocimiento con ideología mínima, conviene que la democracia trate la ideología con el máximo método científico posible. Falta objetividad, inteligibilidad y dialéctica… Mucho de todo.