Economía real

Todo indicador económico tiene siempre su potencial contrapeso

El 'president' cesado, Carles Puigdemont, en Bruselas.

El 'president' cesado, Carles Puigdemont, en Bruselas. / periodico

Albert Sáez

Albert Sáez

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Nunca es fácil elegir correctamente los indicadores de la coyuntura económica. Aún hoy, patronal y sindicatos yuxtaponen día sí y día también los datos macro y micro en la recuperación económica española. Y ambos son verdad, crece el PIB y bajan los salarios. Eso es ni más ni menos lo que señalaba esta semana el informe de Oxfam sobre la desigualdad. Algo parecido ocurre en cuanto a los efectos de la proclamación de la República Catalana en la economía del país. La enumeración de las sociedades (no confundir este concepto con el de empresas) que han cambiado su sede social y las que han trasladado su sede fiscal es un mantra repetido una y otra vez por los políticos contrarios a la independencia. Y será uno de los elementos centrales de la inminente campaña electoral. No solo por lo que ha sido sino por lo que podría ser. Esta misma semana, la patronal Foment del Treball advertía de que si las votaciones del 21-D no cambian el rumbo, el siguiente paso sería la deslocalización de las plantas de producción, un proceso más lento y costoso, pero todavía más letal. Todo dato o indicador tiene siempre su potencial contrapeso. También esta semana, el Col·legi d’Economistes ponía agua al vino y aislaba algunos datos sectoriales del fatídico octubre de las tendencias del 2017 a la vez que los alineaba con algunas dinámicas generales como la apreciación del euro o el precio del petróleo. Explicaba, por ejemplo, que se ha reducido en número de sociedades de nueva creación, pero se ha incrementado el capital medio que han aportado.

Es evidente que la dirección política y civil del movimiento independentista eligió una vía que hacía inasumibles los costes de transición. Es evidente que actuaron de manera irresponsable al fiar el éxito de su proyecto político a los altercados callejeros y a esa absurda idea de conseguir el respaldo de la UE a base de poner en riesgo la estabilidad del euro. Y es evidente que las urnas les pasarán cuentas por todo ello. Pero también es evidente que algunas de las respuestas a tamaño despropósito tampoco han sido inteligentes: alentar las salidas, airear los datos negativos o profetizar el desastre no hace más que empeorar las cosas. Y puede ser utilizado de coartada por los irresponsables para esconder su ineptitud.