Divorcio independentista

Puigdemont apela al votante soberanista duro, que se puede sentir abandonado por la nueva estrategia de ERC

El 'president' cesado, Carles Puigdemont, en Bruselas.

El 'president' cesado, Carles Puigdemont, en Bruselas. / periodico

Oriol Bartomeus

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El elemento de novedad más importante de las elecciones del 21-D respecto del 2015 es la desaparición de Junts pel Sí y la presentación en su lugar de dos listas separadas. Las razones tras ello parecen evidentes, a la vista de las estimaciones que muestran las diferentes encuestas: ERC parece que tendrá asegurada la victoria en estas elecciones, de manera que Oriol Junqueras podrá aspirar legítimamente a la presidencia de la Generalitat. Ya aspiraba hace dos años, cuando las entidades independentistas le doblaron la mano y lo 'obligaron' a confeccionar Junts pel Sí.

A estas alturas, sin embargo, las razones ya son lo de menos. Las candidaturas están presentadas y el baile ya ha empezado. Lo más interesante es ver cómo la presentación de las dos listas diferenciadas está tensando el espacio independentista, sacudido por la competencia entre la lista de ERC y la nueva candidatura de Carles Puigdemont, Junts per Catalunya. Lo ponía en evidencia la encuesta del GESOP para EL PERIÓDICO. La concreción de la lista de Puigdemont habría movido unos 200.000 votantes, que en octubre tenían la intención de votar a ERC y que ahora muestran intención de votar a Junts per Catalunya.

Cambio de talante

La precampaña está dando algunas indicaciones de por dónde puede ir la competencia entre las dos listas independentistas cara al 21-D. Las últimas semanas, ERC ha mostrado un cambio de talante, apostando por un reconocimiento implícito del 155 y por la 'superación' de la vía unilateral a favor de una nueva vía bilateral, que condicionaría una posible declaración de independencia a la construcción de una mayoría social que ahora no existe, como reconoció el diputado Joan Tardà.

El cambio de los republicanos es de fondo y obedece a dos elementos. Uno, a la preparación del terreno poselectoral en caso de que no haya una mayoría independentista en el Parlament surgido del 21-D, o a un posible cambio de aliado de la CUP por los 'comuns'. El segundo elemento es preelectoral y aparece en las encuestas. Hay una parte significativa de votantes que optaron por Junts pel Sí en el 2015 que ahora no tienen el voto decidido. Esos son mayoritariamente independentistas contrarios a la DUI, y no son un grupo menor.

Los datos indican que este grupo reúne medio millón de votantes, cantidad suficiente para hacer bailar el resultado final. Si este grupo acaba votando a ERC, el independentismo se acercará a la mayoría. En cambio, si no lo hace, se abrirán otros posibles escenarios el 22-D. De aquí que ERC haya optado por centrar su campaña en este segmento decisivo.

El problema para los republicanos es que el viraje hacia la moderación al que le obliga intentar retener este grupo de votantes le abre un agujero en la izquierda, entre los votantes independentistas más duros, que no pueden ver con buenos ojos el giro de ERC.

A este público parece apelar Puigdemont cuando dice no acatar el 155 y propone un referéndum para la permanencia en la UE. Está apuntando al votante independentista duro, que se puede sentir abandonado por la nueva estrategia de ERC. La batalla está servida.