opinión

El penúltimo dilema de Rajoy

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Jesús Rivasés

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Mariano Rajoy, en Madrid, en la Moncloa, tiene tiempo hasta el próximo jueves. El 30 de noviembre expira el plazo para la presentación de candidatos para presidente del Eurogrupo, el organismo que agrupa a los ministros de Economía de la eurozona y que ahora preside el holandés Jeroen Dijsselbloem quién, la última vez que estuvo el puesto en juego, se impuso a Luis de Guindos. España, con el mismo candidato, tendría ahora casi todos los boletos de la rifa para obtener esa presidencia. El problema es que también aspira -en teoría con el mismo candidato- a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE), que deja libre el portugués Vítor Constancio en la primavera del 2018. Y claro, en los complicados equilibrios de la Unión Europea, es prácticamente imposible que España gane en ambos frentes. Por lo tanto, toca elegir, después de valorar los inestables compromisos y las promesas volubles en el juego de intereses europeos, todavía más con la incógnita de cuál será el futuro Gobierno alemán.

Mariano Rajoy tiene la palabra. Tildado con frecuencia de "tancredismo" por su tardanza en tomar decisiones, el inquilino de la Moncloa ha sido el presidente que ha tenido que tomar las decisiones más comprometidas, polémicas y decisivas para el futuro de España. Impulsó y aprobó la reforma laboral más importante en un cuarto de siglo, aceptó el rescate bancario pero evitó el de toda la economía, en contra de los deseos y presiones de empresarios y banqueros, y por último, ha aplicado en Catalunya el artículo 155 de la Constitución. Tarda, pero cuando actúa -obligado o no por las circunstancias- no se anda con rodeos, al margen de críticas y aplausos. Ahora, la decisión de si opta por la presidencia -casi segura- del Eurogrupo o por la vicepresidencia -algo más dudosa- del BCE puede parecer menor, pero también es muy trascendente para España en los próximos años.

El inquilino de la Moncloa, sin duda, tiene decidida su opción, aunque no la haya anunciado. No es hombre de levantarse por la mañana y cambiar de opinión. Si prefiere el pájaro en mano, la presidencia del Eurogrupo para Luis de Guindos, deberá buscar un candidato que aspire a un puesto en el BCE, aunque no sea de vicepresidente. Si decide que Guindos -que tiene sus preferencias y el presidente las conoce- acceda a la poltrona del BCE, antes o después deberá sustituirlo en el Gobierno. Una de esas reglas europeas no escritas dice que al BCE no se opta directamente desde una cartera en un Gobierno. Eso significaría que Luis de Guindos dejaría de ser ministro hasta que accediera al BCE, algo que obligaría a Rajoy a sustituirlo al frente de Economía, un puesto al que aspiran los hermanos NadalÁlvaro, ahora ministro de Energía, y Alberto, secretario de Estado de Hacienda. Todo eso sin olvidar que Cristóbal Montoro no querría que en una nueva etapa el responsable de Economía volara muy por libre. Más decisiones. El penúltimo dilema de Rajoy, por ahora, que, quizá, ya tenga resuelto.