ANÁLISIS
'ARA San Juan': las últimas horas
Mientras pueda haber tripulantes del submarino argentino con vida, nada debería importar más que intentar agarrarse al último rescoldo de esperanza
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Rafael Vilasanjuan
El principal enemigo de un submarino hundido es el tiempo. En dos días suena la alarma, en una semana se empiezan a acabar los insumos, en el umbral de los 10 días se pierde el aire y la esperanza de seguir con vida. Solo quedan por tanto las últimas horas para que la historia del submarino argentino 'ARA San Juan' salga de la tragedia.
Desde que el 15 de noviembre se le perdiera la pista, la búsqueda angustiosa ha estado repleta de misterios y reproches. Desde la constatación de que el ministro de Defensa del Gobierno de Mauricio Macri se enteró de la desaparición por la prensa al reconocimiento tardío de la explosión, algo funciona profundamente mal en la Armada Argentina, mas allá del submarino. Pero mientras pueda haber gente con vida, nada debería importar más que intentar agarrarse al último rescoldo de esperanza.
La carta del teniente Kolesnikov
“Una explosión anómala, corta y violenta” Pero aún no está todo perdido. Esta historia empieza a parecerse mucho a la tragedia del submarino ruso 'Kursk', que en el año 2000 explotó y quedó sumergido en el fondo del Mar de Barents con 118 vidas. A diferencia de aquel, el 'ARA San Juan' no lleva armamento nuclear y el número de tripulantes se reduce a 44. Pero dos lecciones surgen de aquella tragedia. La primera, ya aprendida, es que el Gobierno ruso no permitió ayuda extranjera para encontrarlo. Aunque los submarinos, por naturaleza –y más si explotan– guarden secretos de guerra, en el caso argentino la fuerza de rastreo internacional es masiva. Desde EEUU a Francia, Alemania e incluso el Reino Unido, al que Argentina le sigue reclamando las Malvinas, participan como si en ello les fuera la vida.
La segunda es que, cuando tres años después se recuperaron los restos del 'Kursk', el cadáver del teniente Kolesnikov guardaba un secreto: junto a otros 22 tripulantes sobrevivió a la explosión y esperó seis días en una cámara estanca, hasta que se quedó sin luz y sin aire para seguir escribiendo la carta que guardó en su bolsillo. Ahora esa es la esperanza de las últimas horas.
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