tú y yo somos tres

Las hormonas y las neuronas de mamá

Doña Mari, en '¿Quién quiere casarse...?'

Doña Mari, en '¿Quién quiere casarse...?'

ferran
Monegal

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Ha concluido una nueva temporada de '¿<i>Quién quiere casarse con mi hijo?'</i> (Cuatro), y le ha pasado a esta martingala lo que les pasa a los grandes temas de corrupción política, como los del PP (Gürtel, Lezo y Púnica): que todo ha quedado televisivamente subsumido, tapado, empequeñecido por la ardiente actualidad de Catalunya. Este programa de Cuatro ha acabado sin pena ni gloria, a pesar de ser muy divertido. La audiencia hemos llegado a un punto en que, después de ver las manipulaciones que se practican -sobre todo, en las cadenas públicas TV-3 y TVE-1-, esto de los pollastres con sus mamás haciendo posturas nos provoca una gran ternura. Es ingenuo, es risible, es astracanada, todo es un montaje, una bufonada, pero comparado con el retorcimiento de los mal llamados 'programas informativos', esto de '¿Quién quiere casarse con mi hijo?' nos parece inocencia bendita. En este capítulo final nos han enseñado las discrepancias de las mamás respecto de la elección de sus hijitos. Nos ha gustado mucho en casa la advertencia de doña Mari, madre de Jaime, cuando ha visto que decidía casarse [risas] con Sonia en lugar de con Bárbara. No estaba de acuerdo. Hace días que hemos visto a doña Mari preocupada por un tema muy profundo: la prevalencia de la hormona por encima de la neurona. La presentadora <b>Luján Argüelles</b> le preguntó por el asunto. Y doña Mari dijo: «La hormona y la neurona van por separado. Cuando la hormona se enfría, ¡zas!, entra la neurona. Lo ideal es que se queden ambas en un punto intermedio». ¡Ah! Es una reflexión interesantísima. Tiene la virtud de explicar de modo sencillo un asunto complejísimo. Efectivamente, la hormona es lo primero que se excita. Si la neurona no actúa, enfriándola un poquito, pasa lo que pasa en 'El cartero siempre llama dos veces'sobre el obrador de la harina, entre <b>Jessica Lange</b> y Jack Nicholson. En América Latina lo llaman tener «un calentón». Hay que distinguir el «calentón» silvestre, en condiciones de igualdad, del acoso prepotente de un canalla que somete por razón de su estatus. Es el caso del miserable productor <b>Harvey Weinstein.</b>

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çDoña Mari no se refería a eso. Ella solo se dolía viendo que su hijito elegía a Sonía por culpa de la hormona encabritada. Prefería a Bárbara, que era el sosiego de la neurona y del raciocinio. Suerte que son matrimonios televisivos. O sea, de risa.