Fin del pacto de gobierno municipal

Barcelona: menos frentes, más acuerdos

El PSC ha sido incapaz de mantenerse en el espacio de transversalidad del catalanismo abierto y progresista

Menos frentes, más acuerdos_MEDIA_1

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GERARDO PISARELLO

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La sensación es ambivalente. Por un lado, el orgullo de pertenecer a un espacio político que, por radicalidad democrática, ha sido capaz de someter a debate ciudadano una cuestión tan relevante como un acuerdo de gobierno. Por otro, la sensación de que hubiéramos preferido no llegar a una situación que se hubiera podido evitar. Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones: el acuerdo con el PSC ha tenido muchos elementos positivos para la ciudad. En estos dos años, Barcelona en Comú ha otorgado centralidad a la agenda social y ha impulsado una actividad económica más diversa y sostenible.

La última encuesta sobre calidad de los servicios municipales lo corrobora: la confianza en la gestión del ayuntamiento alcanza niveles históricos. Seguramente sin el acuerdo con el PSC y sin el apoyo del resto de fuerzas políticas en temas clave de ciudad, todo esto hubiera sido más difícil. A pesar de las legítimas discrepancias, entre todos hemos convertido al ayuntamiento en la institución más estable del Estado, por delante del Gobierno central y de la Generalitat.

Lamentablemente, este contexto se ha visto alterado por la escalada de tensión entre los gobiernos de Catalunya y de Madrid. Siempre hemos dicho que esta confrontación no es buena y que en este ámbito hacen falta más puentes que bloques. Sin embargo, el PSC ha sido incapaz de mantenerse en el espacio de transversalidad que ha caracterizado al catalanismo abierto y progresista. Su dirección y la del PSOE acabaron cediendo a las presiones y decidieron colocarse junto al PP y C’s en una operación que ha comportado un ataque inédito al autogobierno de Catalunya, así como una laminación, instigada por la Fiscalía General del Estado, de derechos y libertades básicos

Recentralización autoritaria

Ni como demócratas ni como municipalistas podíamos hacer como si nada ocurriese. Nunca compartimos ni las formas ni el fondo de la hoja de ruta del gobierno de Junts pel Sí. Tampoco suscribimos iniciativas unilaterales que no tenían apoyo suficiente, ni previeron mínimamente las consecuencias de sus actos. Pero la respuesta del Estado ha ido mucho más allá de lo que era esperable y aceptable. Más que una imprescindible medida quirúrgica, el 155 ha resultado ser una pieza clave en una estrategia de recentralización autoritaria que también afecta al mundo local.

Lo hemos visto estos días en Madrid y en otras ciudades del Estado. Lo último que esperábamos era ver al PSOE, y al PSC por omisión, situados en una posición que no solo compromete la autonomía de Catalunya sino también la de sus ayuntamientos. Nos hubiera gustado que el PSC, también por razones municipalistas, hubiera criticado de forma clara estas políticas. Como lo hicieron muchos dirigentes y alcaldes de Catalunya y de España. Es más, estamos seguros de que si el PSC hubiera escuchado a sus bases, la consulta realizada por Barcelona en Comú habría sido innecesaria. 

Estos días, Jaume Collboni ha defendido con convicción las políticas de progreso social llevadas a cabo en Barcelona en estos dos años. Lo celebramos. De hecho, estoy seguro de que continuaremos trabajando juntos para que la agenda social y la lucha contra las desigualdades sigan siendo centrales en la Barcelona de los próximos años. 

Retos compartidos

Son muchos los retos que compartimos con otras fuerzas del consistorio, como el apoyo a la Agencia Europa de Medicamentos o la continuidad de los grandes eventos económicos y tecnológicos que se realizan en la ciudad. Empresas, universidades, agentes sociales y sindicales, pueden contar con nuestro compromiso. Lo dijimos en la presentación del Congreso Mundial de Smart Cities que tendrá lugar esta semana con más inscritos que nunca: hay proyectos y líneas de acción que son irreversibles.

Precisamente porque sitúan a Barcelona como una ciudad abierta al talento, innovadora y vanguardista.  

Poner fin a un acuerdo de gobierno no es una decisión sencilla. Y nos obligará, a todos, a dialogar y a buscar consensos para dar respuesta a los anhelos de cambio de miles de barceloneses y barcelonesas, comenzando por las personas que más sufren los embates de una economía desigual. Desde las pequeñas y medianas empresas hasta los autónomos, pasando por toda la gente trabajadora que cada día levanta esta ciudad con su esfuerzo. En estos años hemos colocado, entre todos, los cimientos de este cambio. De lo que se trata, ahora, es de reforzarlos y de erigir sobre ellos la Barcelona que soñamos y nos merecemos.