La huelga del 8 de noviembre

¿Quién paga la fiesta?

Los que han causado perjuicios cortando carreteras deben resarcir a los damnificados, según la ley

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REBECA CARPÍ

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Es posible que sea usted uno de los que este 8 de noviembre, ejerciendo su derecho a no hacer huelga, iban en su coche por alguna carretera catalana, o en un tren, quizá en el AVE. Y se encontró, sin comerlo ni beberlo, atrapado durante horas sin posible escapatoria, hasta que aquellos que ejercían aparatosamente su derecho de «huelga y expresión» decidieron desbloquear la calzada o la vía férrea en la que pasaban el día. Además del berrinche que, ante tamaña arbitrariedad, asalta a cualquiera por más templado que sea, puede que esa inesperada privación de libertad de movimiento le hiciera perder horas de trabajo, más o menos recuperables según el quehacer de cada uno (siendo autónomo, y además del sector del transporte, más difícil, seguro), una reunión, una cita médica o un evento festivo. Y aún cabe también que, por quedarse usted atrapado/a en un AVE bloqueado, tuviera que buscar posada para pasar la noche, previo pago, claro está, de la tarifa correspondiente.

A estas alturas del texto estará recordando y recreando su enfado, su impotencia y esas ganas irrefrenables de gritar cuatro cosas a los amables piquetes, irónicamente llamados informativos. En esto de la información hay un matiz interesante. ¿Sobre qué informaban esos piquetes? ¿Sobre las causas objetivas de la huelga? ¿Sobre sus motivos personales para secundarla? ¿Sobre por qué debería usted hacer como ellos? Viendo su comportamiento este miércoles, la respuesta no es sencilla. Lo que sí sabemos es que estaban. Y que se les esperaba. Se sabía que estarían. Entre otras cosas, porque se comunicaron antes en las redes sociales y propagaron su estrategia. Informaron de sus intenciones, que poco tenían que ver con los laborales motivos de la huelga. Parecía tratarse, básicamente, de bloquear al resto. De hacerse notar. De evitar, a toda costa, que la huelga no se notase porque solo la seguían unos pocos.

Todo esto vale dinero

La verdad es que, ya puestos, podían habernos informado también de sus datos de identidad y localización. No es que queramos hacer amistad, no. Es simplemente que, puestos a ser dañados porque otros se han montado una movilización reivindicativa de causas no laborales, nos gustaría saber fácilmente a quién hay que enviarle la factura por esas horas de cabreo, perdidas, sin llegar a una cita o al trabajo, sin poder celebrar un nuevo negocio, sin poder moverse... Todo eso vale dinero.

Todo eso son daños ilícitos, y por eso resarcibles en nuestra legislación civil. El que causa daño a otro, con culpa o negligencia, debe resarcirle. Es un principio sencillo de nuestro sistema jurídico, y de cualquier otro. Es casi una norma social. Si lo estropeas, lo pagas… Si golpeas mi vehículo con el tuyo, me pagas la reparación. Si se te escapa el perro y me muerde, me indemnizas. Si me cortas la carretera y pierdo mi tiempo, mi cita, mi viaje y mi paciencia, me indemnizas. La respuesta afirmativa está clara. Los daños están; los causantes, también. Multitud de mensajes en redes sociales llamaban a la movilización para cortar redes de transporte, y estos serán tan responsables como los que físicamente estaban bloqueando carreteras y vías. Existe, entre todos ellos, responsabilidad solidaria. Eso obliga a cada uno frente a los terceros dañados. Y que luego repartan, entre ellos, todos esos costes de su acción.