Análisis

La dimensión desconocida pierde misterio

Junqueras frente a Puigdemont. ERC no aplazará otra vez el 'sorpasso' al PDECat

MAS PUIGDEMONT JUNQUERAS

MAS PUIGDEMONT JUNQUERAS / periodico

LUIS MAURI

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Dos meses largos sumergida en la dimensión desconocida. En ese lugar distorsionado donde las magnitudes convencionales mutan obedeciendo leyes ignotas que enredan la razón. Tras este tiempo extraño, la política catalana vuelve a asomarse a un terreno balizado con referentes conocidos. La inminencia electoral impone ahora la pauta.

Los catalanes acudirán a las urnas el 21 de diciembre bajo un marco excepcional, inexplorado. El Govern, destituido por violar la Constitución y el Estatut al proclamar unilateralmente la independencia. La mitad de sus miembros, en prisión preventiva. La otra mitad, resistiéndose desde Bélgica al llamamiento de la justicia. La Generalitat, intervenida por el Gobierno central… El cuadro es insólito. Marcará al fuego la cita electoral. La ha marcado ya.

En ese cuadro, los independentistas libran una batalla propagandística sin cuartel. La historia es retorcida sin miramiento ni consideración con el objetivo de asimilar la figura de Puigdemont a la de Ghandi y los defensores de la Constitución a los fascistas más abyectos. La democracia española, a la dictadura de Franco. La estancia en Bélgica del president y varios de sus exconsellers, al penoso exilio de centenares de miles de republicanos españoles tras la guerra civil, muchos de ellos hacinados inicialmente en las gélidas playas del campo de Argelès. El encarcelamiento preventivo de Junqueras y siete exconsellers más, a la reclusión sin garantías judiciales ni humanitarias de miles de militantes antifranquistas en las mazmorras de la dictadura… Con el objetivo, en fin, de imponer esa falacia subyacente de que la guerra civil no fue una guerra de clases librada en toda España, Catalunya incluida, sino una guerra colonial de España contra Catalunya. 

Terreno conocido

Pero detrás de todas estas espesas capas de excepción ya se intuyen porciones de terreno conocido. Las dos principales formaciones independentistas (ERC y el PDECat) no repetirán coalición electoral. Competirán entre sí en las urnas. Puigdemont frente a Junqueras, Junqueras frente a Puigdemont. En las autonómicas del 2015, la alianza Junts per Sí permitió a los posconvergentes esquivar la pérdida nominal de la hegemonía en el nacionalismo catalán (que ostentaban desde 1974) y en el Gobierno de Catalunya (desde 1980, excepto el paréntesis de los socialistas Maragall y Montilla). Ahora, los sondeos pronostican una amplia victoria de ERC y el hundimiento del PDECat. Y esto es lo que hay en juego tras la espesura excepcional: el traspaso de manos de la hegemonía nacionalista.

Achicharrada la efímera opción de Santi Vila, Puigdemont no perdió tiempo en desdecirse y postularse como candidato. El PDECat no tenía alternativa. Puigdemont confiaba en reeditar la coalición con ERC y aplazar por segunda cita electoral consecutiva el cambio de época en el liderazgo nacionalista, el sorpasso . Pero una segunda demora de la consagración de la realidad electoral es más de lo que están dispuestos a asumir Junqueras y su partido. Su hora, y su destino, llaman a la puerta. No habrá más aplazamientos. El martes concluyó el tiempo oficial para presentación de coaliciones electorales. JxSí no repite.

El plazo había expirado, pero Puigdemont no había dicho su última palabra. El president depuesto ha lanzado un órdago a su partido y a ERC. No se conforma con encabezar la lista de su partido, quiere una lista que cubra todo el magma independentista, CUP al margen. Una llista del president. En el 2015, Mas logró doblegar con la misma táctica la resistencia de ERC. Pero le llevó varios meses. Puigdemont tiene solo unos días.

La dimensión desconocida es ahora electoral. Una dimensión desconocida menos misteriosa.