EL CONFLICTO CATALÁN

Fed-realismo

El federalismo o, mejor dicho, el 'fed-realismo', tiene en cuenta la realidad nuclear de un Estado reformado, recupera la transversalidad del 78 y es la mejor solución temporal para un problema permanente

Vista de la manifestación en el paseo de Gràcia, ayer.

Vista de la manifestación en el paseo de Gràcia, ayer.

ANTONIO SITGES-SERRA

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La política propone soluciones temporales

para problemas permanentes

John Gray

Se ha hablado mucho de la realidad paralela en la que vive el independentismo, pero esta frase hecha es una trampa porque afirma que pueden darse dos realidades simultáneas, algo que pertenece más bien a la ciencia ficción. El independentismo es una utopía con su ornamentación emocional y su horizonte celeste que poco tiene ver con lo posible. Por eso hoy rompo una lanza en favor del realismo político; en favor de que las propuestas políticas que aparezcan en la arena electoral del 21-D sean posibilistas y contribuyan a restaurar la amabilidad y a salir del atasco.

Ante todo reconozcamos que el Estado sigue siendo la unidad política fundamental. Quizá uno de los pocos aciertos de Fukuyama fue su insistencia en la construcción y el mantenimiento de los Estados como forma nuclear de organizar el poder, la convivencia y la sociabilidad. Las naciones, las regiones, las eurorregiones, y cualquier otra forma de identidad colectiva no van a ser, desde luego no a corto plazo, referentes políticos. Eso sí, hay muchas formas de Eestado y ahí es donde cabe la reforma del nuestro.

En segundo lugar, el realismo político no entiende de soluciones definitivas. A cada momento histórico, con sus conflictos específicos, le corresponden opciones diferentes. Por eso es injusto que los milennials quieran destruir los logros del 78 desde la perspectiva de 2017. Es un anacronismo y un error de concepto que lastra las propuestas de la así llamada nueva izquierda. El realismo político hoy implica la recuperación del espíritu del 78 no para repetir lo que se hizo entonces sino para abordar con éxito los retos sociales y políticos que han emergido a lo largo de las cuatro décadas del Estado de las Autonomías.

Por eso el referéndum pactado no puede defenderse como solución definitiva porque, aun suponiendo que pudiera llevarse a cabo dentro de un nuevo marco legal, sería motivo de nuevas divisiones binarias (¿qué porcentaje de votos da suficiente claridad a la respuesta?) y, tal como se ha visto en Quebec y en Escocia, la presumible derrota del independentismo sería tan solo un accidente que cabría reparar con otro referéndum y así sucesivamente.

La permanencia del problema

Tres: la permanencia del problema. Es curioso que el independentismo utilice la duración secular del conflicto entre Catalunya y España para armarse de razón. Desde 1714, sino desde los Reyes Católicos, hasta el fallido Estatut del 2006, todas las fechas son útiles para sostener un ¡ya basta! y actuar en consecuencia. Seamos realistas: reconozcamos la permanencia  del problema; en eso está la magia de la historia y la razón última de la democracia. Al fin y al cabo, el consenso democrático busca la paz y la convivencia y no una supuesta verdad histórica. La permanencia del problema exige soluciones diferentes en cada momento pero en modo alguno obliga a que alguien se erija en el Gran Solucionador.

Creo que el federalismo o, mejor dicho, el fed-realismo, aporta novedades sustanciales que recogen los tres puntos enunciados más arriba. Tiene en cuenta la realidad nuclear de un Estado reformado, recupera la transversalidad del 78 y es la mejor solución temporal para un problema permanente.