Peccata minuta

De jueves a viernes

La justicia, aunque independiente de la política, debería tener muy en cuenta las consecuencias políticas y sociales de sus decisiones

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JOAN OLLÉ

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Jueves: Según la encuesta del catalán CEO realizada del 16 al 29 de octubre, el resultado de las elecciones autonómicas convocadas audazmente por Rajoy no dibujará un Parlament muy distinto del actual. Y uno se pregunta, perplejo, si los electores independentistas con su  tatuado en el alma, van a ser capaces de no tomar en cuenta los hechos acaecidos el último mes. 

¿Renovarán los partidarios de la independencia su confianza en aquellos que les prometieron el cielo patriótico, económico, legal y europeo y a las pocas horas se encontraron con el culo al aire, bailando en medio de la nada, con la bandera española ondeando monárquicamente en el mástil del Palau, la República no impresa en el Diari de la Generalitat y el president cesado protagonizando Si hoy es martes esto es Bélgica? ¿Se puede, como el gran Antonio Machín, estar por la república, la condena del 155, la aceptación de elecciones autonómicas y no estar loco? ¿Es posible ser –cara y cruz– mártir y traidor al mismo tiempo? ¿Se pueden mendigar altivas garantías a un Estado democrático cuando se han desobedecido chulescamente y a sabiendas sus leyes en nombre de la Tierra Movediza Prometida? ¿Qué legalidad internacional le amparaba en su intento, vaticano Junqueras? ¿Los 10 mandamientos que castigan la mentira y la soberbia? ¿Cuántos billetes de ida y vuelta, noches de hotel, dietas y ridículos ha acumulado el políglota Romeva para conseguir que Putin y Maduro estén por la labor?.

La ciega dama de las balanzas

Viernes: Esto escribí, pésimo servidor de la actualidad, ayer por la mañana. Los encarcelamientos de vicepresident y consellers cambian radicalmente el panorama. Se ha dicho repetidamente que si la justicia es lenta deja de ser justa (Gürtel, Nóos, Pujol, ERE…), así como que la ciega dama de las balanzas siempre ha guiñado el ojo al PP. La jueza Lamela acaba de demostrar que no, que este presunto idilio entre ejecutivo y judicial no se ha producido esta vez, ya que su exprés y muy desproporcionado fallo (sic) no solo servirá para seguir dando alas al «a por ellos» y dejar sin argumentos a  votantes no independentistas a los que no les cabe en la cabeza tanto despropósito, sino que la ya frágil imagen de España en Europa, siempre partidaria del diálogo, se acaba de resquebrajar definitivamente.

¿Más de medio Gobierno encarcelado preventivamente por presunta sedición o rebelión sin la mínima violencia de por medio? ¿O por riesgo de fuga, cuando algunos consellers, ya deshabilitados, regresaron de Bruselas para declarar? (Lo de Puigdemont,  jactándose aún de presidente en el exilio, es simplemente manicomial). La justicia, aunque independiente de la política, debería tener muy en cuenta las consecuencias políticas y sociales de sus decisiones.