'Stranger things': el fin de la nostalgia

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Desirée de Fez

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Recién estrenada en Netflix, la segunda temporada de 'Stranger Things' ha enfadado a unos cuantos. La razón: sus creadores han forzado demasiado la nostalgia, han llevado al límite su homenaje al cine de los 80. Me gusta 'Stranger Things', sus dos temporadas. Lo paso bien en las fiestas temáticas ochenteras de los hermanos Duffer, y no me parecen ningún entretenimiento vacío. Veo en ellas mucho más que un evento nostálgico. La segunda temporada invita, por ejemplo, a reflexionar sobre cómo han cambiado los conceptos de continuación y serialidad. Pero, aunque siga disfrutando con el juego de los homenajes (si yo fuera directora, seguro que aún habría puesto más gorras, más bicicletas y más walkie talkies), es innegable que propuestas como 'Stranger Things' e 'It' (Andy Muschietti, 2017), película cuyas similitudes con la serie de los Duffer rozan el delirio, han roto el techo de la nostalgia.

Me gusta 'Stranger things'. Pero la tregua a los refritos es inminente, porque una vez conquistado el 'mainstream' ya no se puede ir más lejos sin caer en una pesadilla

La referencialidad y la nostalgia, carne estos últimos años del cine de género más o menos independiente, han dejado de ser materiales minoritarios. Después de nutrir durante cuatro o cinco años, quizá más, propuestas alternativas (del revival carpenteriano, fiebre de sintetizador incluida, a pastiches como 'The Guest' y 'Turbo Kid'), se han convertido en la razón de ser de la serie de moda y de la película de terror que ha roto la taquilla.

Ante esta situación, es fácil dejarse arrastrar por el pesimismo y pensar que el audiovisual está tan seco que solo le queda reproducir el pasado. Que vagamos desorientados por una época sin identidad. Que la nostalgia va a acabar con todos. Pero, ¿por qué no leerlo en positivo? Todo indica que la llegada arrolladora de la nostalgia al 'mainstream' va a suponer su muerte porque ya no se puede ir mucho más lejos. El siguiente paso sería un 'Scary Movie' (2000) involuntario de las películas de los 80, y eso no ocurrirá porque los Duffer, Muschietti y demás nostálgicos son imitadores, sí, pero también fans genuinos y respetuosos con lo que copian. Seguirán homenajeando las películas con las que crecimos, pero es obvio que la tregua a los refritos nostálgicos es inminente. Básicamente porque una fiesta ochentera es un planazo, pero que todas las propuestas sean macrofiestas temáticas de 'E.T. El extraterrestre' (1982) y de 'Los Goonies' (1985) es una pesadilla.