Análisis

República y Resistencia

El puño avanza hacia el rostro de Catalunya. El independentismo lo tiene muy difícil para esquivar el golpe. El KO a la autonomía parece imparable

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XAVIER BRU DE SALA

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No es choque de trenes ni toro bravo. Es boxeo. Los mismos trenes no chocan nunca dos veces y estos dos se hartan de chocar. No son toros ni minotauro porque la inteligencia humana suele burlar la furia previsible de la bestia cegada. Si el toro ha ganado siempre es que no es toro. Asistimos al enésimo asalto de un combate de boxeo entre un peso semipesado y un peso welter (medio).

En los siglos pasados, el peso pesado ha logrado derrotar el combatiente menor a cada round. Pero siempre, siempre, el vencido se ha levantado y le ha vuelto a desafiar, como predice el capítulo V de El Príncipe de Maquiavelo. Ahora que, en nuestros días, los golpes duros y la sangre están mal vistos, el peso welter provoca y sortea los que puede. Sabe que recibirá, pero no será tan fuerte como las otras veces. Ni miles de exiliados y represaliados, ni campos de concentración. Una ceja abierta estremece a medio mundo, pero deja fríos a los gobernantes. Los árbitros, que los hay por primera vez y son de fuera, han dado carta blanca al Estado, pero todo el mundo sabe que existen líneas, y que son rojas.

Una ocasión perdida

Lo que pedía el manifiesto publicado ayer por este diario, tan sensato en lógicas del siglo XXI, sería un hecho si Mariano Rajoy hubiera anunciado parálisis del artículo 155 en correspondencia con el parón de la república y las elecciones ofrecidas por Carles Puigdemont. Este jueves se ha desbaratado una ocasión para confiar en la estabilidad y la canalización del conflicto. No fue así. El president quedó emparedado entre las acusaciones, muy injustas, de traición y la reacción dura del PP de proseguir con el 155. 

El puño avanza hacia el rostro de Catalunya. El independentismo lo tiene muy difícil para esquivar el golpe. El KO a la autonomía parece imparable.

Si nadie toca la campana, caerá el 155, y quien sabe si el estado de sitio, enfrentado a República y Resistencia. La República no es practicable sin gravísimos errores del Estado. Y ya veremos hasta dónde llega la Resistencia. Hoy, el héroe del independentismo no es Ganhdi sino Rocky. El gran campeón, el Estado, convencido de que el débil es rival de poca monta, recibe un golpe muy duro al principio del combate –referéndum del 1-O–. Decide imponerse de una vez por todas y abatir a Rocky de manera fulminante –155 de máximos–. El combate se alargará como el filme. Rocky recibirá duro, pero si aguanta, el fuerte tampoco saldrá indemne.

Un chorro de porrazos

Si no se producen deserciones de última hora, habrá proclamación y seguidamente inicio de la dialéctica represión-resistencia. Si la resistencia es efectiva y perdurable, lo que aún está por ver, y si el débil recibe un chorro de porrazos que estremece a los árbitros, por no hablar de cosas peores, la inestabilidad perjudicará severamente a la economía, primero a la catalana, después a la española. Quizá a palos entraremos de una vez en la dimensión diálogo, que es la civilizada.

España puede ganar este round. Pero que Rajoy vaya con cuidado: si nadie detiene la espiral a tiempo, la carta blanca europea para triturar al independentismo catalán puede convertirse en tarjeta roja.