Las parejas de 'los Jordis'

Las mujeres que no van a la cárcel

Han ido tejiendo una complicidad, una dignidad y una fuerza a su alrededor que no podemos imaginar

Cuixart y Sànchez

Cuixart y Sànchez

JENN DÍAZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Varias veces al día pienso en Txell Bonet y Susanna Barreda. Hasta hace muy poco ni siquiera les ponía cara, pero pensaba en ellas. También pienso, con tristeza, en el hijo de Cuixart Bonet, de meses. Cada noche, cuando me voy a dormir, pienso en los Jordis y me digo: otra noche más encerrados. Porque durante el día, cuando no pienso en ninguno de ellos, y me pongo a trabajar, tiendo una lavadora, leo algunos manuscritos, reviso la agenda, acaricio a Pepa –la cachorra de perro que hemos adoptado–  o me ducho, durante el día, cuando no pienso en ninguno de ellos, siguen exactamente donde los dejamos: unas, explicándoles a sus hijos que sus padres han ido a la cárcel; otras, lamentando la ausencia del padre de un bebé; otros, metidos entre rejas, desconozco las condiciones.

Son muchas las horas en las que no pienso en ellos, aunque les dedique siempre algún pensamiento a lo largo del día, y son muchas las horas en que, por muy acompañadas que se sientan, Txell Susanna son las únicas que tienen a sus maridos en Soto del Real por el independentismo –o el desafío secesionista, como les gusta llamarlo a los que les han arrebatado la libertad de sus maridos–. Son muchas, pero muchas, las horas que esas dos mujeres, que no han ido a la cárcel, han sido también privadas de mucho.

Una mirada decidida

El otro día, cuando les puse cara y les vi el gesto, me di cuenta. Todas esas horas en que yo sigo haciendo mi vida sin considerarme afortunada, ellas han ido tejiendo una complicidad, una dignidad y una fuerza a su alrededor que no podemos imaginar. La mirada es decidida, en las imágenes que circulan de la manifestación contra la cárcel a sus maridos. No, saben que no están solas, pero su coraje va más allá de esa sensación. Que haya miles de personas en las calles sin olvidar a sus maridos será, sin duda, un gran apoyo moral, pero esas mujeres –y sus familias–, por cómo miran, se habían preparado para este momento. Es el momento de la dignidad, a la que tantos apelamos los últimos días. Sus maridos están en la cárcel y ellas se mantienen firmes y se muestran fuertes. Qué valientes, cuánta impotencia.