ÉL ÓRDAGO SOBERANISTA

Catalunya: 'procés' hasta el hastío

El proceso, confuso y quizá turbulento, ha provocado una incomodidad cada vez más manifiesta, especialmente en las últimas semanas

Puigdemont plantea elecciones en Cataluña

Puigdemont plantea elecciones en Cataluña / periodico

Esteban López-Escobar

Esteban López-Escobar

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Escribo estas líneas motivado por los sucesos recientes en Catalunya, pero la idea me viene de lejos. En el 2006 me llamó la atención que la participación de los catalanes en el referéndum sobre la reforma del Estatut no alcanzara el 50%. Consideré entonces la progresiva pérdida de entusiasmo de los votantes en Catalunya.

No he vivido en Catalunya más que en períodos breves, vacacionales. Esa falta de inmersión en su vida cultural y social puede ser una deficiencia lamentablemente irreparable. Pero he de decir que, en los ambientes en los que he vivido, jamás he sentido menosprecio o rechazo hacia lo catalán. Más bien al revés. Supongo que lo que asimilé en el ambiente familiar –castellano y asturiano– me llevó a admirar, aún más que respetar, las cualidades de los catalanes, comenzando por su reconocido 'seny'. 

En los primeros años 60 del siglo XX, cuando mis intereses juveniles se centraban en la economía, leí la voluminosa 'Estructura económica de España', que había escrito Ramón Tamames. Me llamó la atención que, durante más de un siglo, el Gobierno de España privilegiara a Catalunya y el País Vasco, mientras que el centro del país perdía peso económico. Me pareció un dato interesante, que suscitaba la reflexión, pero no la animadversión. Y lo que escribo ahora es, como aquello, una constatación, 'sine ira et studio', sin ánimo de herir.

El 'simulacro' del primero de octubre

Desde la muerte del general Franco, los catalanes han participado en seis 'referenda', sin incluir el 'simulacro' del primero de octubre –honestamente no sé cómo llamarlo– que la última narrativa independentista ha consagrado como «un mandato», y que ha sido un evento promovido por el presidente de un gobierno autonómico, moderado en las palabras, pero nerviosamente urgido por unas razones que aún desconocemos. Dicen en Colombia que «de la prisa no queda más que el cansancio»; y me pregunto si estamos en un nuevo capítulo de un largo 'procés' hacia el hastío, que comenzó con el referéndum para la reforma política, en el que un 74% de los catalanes participaron en la consulta; en aquella ocasión la abstención no llegó al 26%.

Este 'procés' ha provocado ya la emigración de más de mil empresas. ¿Desean eso sus promotores? ¿A quién beneficia esta fuga?

La participación de los votantes catalanes se redujo algo en el referéndum para aprobar la Constitución de 1978: el 68% de ellos acudieron a las urnas para aprobar una Constitución de la que emerge el genuino mandato constitucional que ahora se debate con un apoyo manifiestamente menor; y más del 95% aprobaron la Constitución.

En 1979 los catalanes fueron llamados de nuevo a las urnas para decidir sobre el Estatut de su comunidad autónoma. La fatiga del votante, o su desinterés, iba manifestándose: votaron el 59% de los catalanes, un 8% menos de los que acudieron a dar su voto para la Constitución. No vale la pena detenerse en los referéndums de 1986 y 2005. En el primero la abstención superó el 37%, y el referéndum del 2005 para decidir sobre la Constitución europea tan solo movilizó al 41% de los catalanes. 

Deriva hacia el pasotismo político

Finalmente, el referéndum convocado para aprobar la reforma del Estatut en el año 2006 atrajo solo al 49% de los votantes. Fue entonces cuando, observando esa deriva hacia el pasotismo político, comencé a preguntarme qué estaba pasando en Catalunya. Pero hoy sabemos que no se trata de una mera inercia ante lo que ya está hecho –y se supone bien hecho–, sino de una incomodidad que se ha ido haciendo cada vez más manifiesta, especialmente en las últimas semanas. 

Este 'procés', confuso y quizá turbulento, ha provocado ya la emigración de más de mil empresas. ¿Desean eso sus promotores? ¿A quién beneficia esta fuga? O, mejor aún, ¿quiénes esperan ser beneficiados? Y, ¿cómo esperan ser beneficiados? No sé cuántos ni qué catalanes se plantean estas cuestiones –me atrevo a suponer que muchos más de los que piensan los dirigentes actuales–, pero me parece poco aceptable que sea tan solo una minoría despreciable.

En el llamado –por sus convocantes– referéndum de hace menos de un mes, una consulta que, dadas sus sorprendentes características, no ha contado con verificación independiente, según los datos del Gobierno de la Generalitat acudieron a las urnas –huidizas y semiclandestinas– el 43% de los catalanes. Aun si lo diéramos por cierto, nos encontraríamos con la participación más baja en un referéndum catalán, coherente con ese 'procés' hacia el hastío que refleja, quizá más que cansancio, un rechazo a las pretensiones de un gobierno cuya tozudez tiene unas motivaciones aún desconocidas; a menos que se trate de un idealismo admirable del señor Puigdemont, apoyado por sus colaboradores en este Gobierno multipartidario.