Pequeño observatorio

Pasar del ayuno al desayuno

Mi apetito es más bien gandul por la mañana. Soy de cuatro galletas y un café

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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Yo admiro a esas personas que, en cuanto se despiertan, se lanzan a desayunar. Hay desayunadores que, como se suele decir, no tienen espera. Se levantan y lo primero que hacen es abalanzarse a la cocina o a un plato y empezar a comer. Alimentos sólidos. Se hacen una tortilla, o se preparan un notable bocadillo, o se hacen un huevo frito o se abocan a un trozo de morcilla.

Yo suelo despertarme sin hambre. El desayuno de tenedor no forma parte de mis costumbres. Soy más de cuatro galletas y un café. Mi apetito es más bien gandul por la mañana, como si le costara aceptar que su obligación es ayudar a creer que me toca empezar a vivir otro día.

He consultado una enciclopedia y he encontrado que esmorzar es una palabra bastante confusa, al menos para mí. En castellano encuentro desayuno, y pienso que está bien, que debe querer decir que ya se ha terminado el ayuno que supone dormir durante la noche. Pero pienso en almuerzo y quedo desconcertado. Porque en castellano un almuerzo no es, como parecería lógico, el equivalente de esmorzar. Más de una vez me han invitado a un almuerzo y no se trataba de un desayuno sino de una comida.

Menos mal que existen los números, y quienes invitan harán bien en añadir a la invitación «de la mañana» o «de la tarde». Porque con la hora de una comida no se puede jugar.

Un periodista de otros tiempos, excelente persona pero con ingresos muy escasos, recibía bastantes invitaciones a acudir a varios actos, y se podría decir que no se perdía ninguno si exploraba la posibilidad de un cóctel con tapas, y ya no digamos una comida.

Esmorzar y almorzar parece que son dos palabras que tienen relación con morder. A veces conviene desconfiar de quienes dicen, en un cóctel, que solo harán «un mos», «un mordisco». Son capaces de vaciar la bandeja.