Messi, la ley y la justicia de las palabras

Paulinho celebra el gol que dio la victoria al Barça en Getafe.

Paulinho celebra el gol que dio la victoria al Barça en Getafe. / periodico

Eloy Carrasco

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A estas alturas, cuesta encontrar una forma original de elogiar a Messi, de lo manidas que están las alabanzas superlativas. Pero Paulinho ha dado con una: «Es un privilegio correr para Messi». Palabra de un jugador con rango de jornalero que picó mucho terrón antes de tener derecho a frecuentar los palacios de este deporte. Un hombre práctico y agradecido.

Paulinho es a Messi lo que Bonini era a Platini en la Juventus que hace tres décadas dominaba Europa. Un día el patrón Agnelli visitó a sus chicos en el hotel donde se concentraban. En una mesa había varios reunidos y el jefe puso una mano en el hombro de Platini, el astro de aquel equipazo, y le dijo paternalmente: «Michel, deberías dejar de fumar».

"Es un privilegio correr para Messi", dice Paulinho, un hombre práctico y agradecido

Platini, dueño del escenario también fuera del pasto, apenas se inmutó y, sin apagar el cigarrillo, le contestó: «Señor, creo que lo que debería preocuparle es que no fume este». «Este» era Massimo Bonini, un rubio de San Marino que reventaba el cuentakilómetros en cada partido, el trotón que fregaba los suelos para que Platini expandiera con dulzura y sin estorbos el brillo de sus goles, sus pases y sus balones de oro. Bonini no fumaba, más le valía.

Paulinho llegó a Barcelona como un apestado (es difícil olvidar que costó demasiado dinero) pero se ha ganado el respeto del vestuario, sobre todo el de Messi. Casi nada. Alguien que corre por ti sin que le importe: en un campo de fútbol, equivale a tener guardaespaldas privado. Messi celebra ahora 13 años de su debut en el Barça, en Montjuïc contra el Espanyol. Sustituyó a Deco y apenas jugó ocho minutos, con el 30 a la espalda. Dejó detalles, era un adolescente.

Aquel debut de Messi con Argentina fue otro ejemplo de que no siempre aplicar la ley significa hacer justicia

Menos de un año después se estrenó con Argentina. Fue borrascoso. Un árbitro pejiguero le chafó el recuerdo, lo expulsó a los 40 segundos por dar un manotazo a un rival que le agarraba, un tal Vanczák, un húngaro que aún juega. Otro ejemplo de que no siempre aplicar la ley significa hacer justicia.

Tantos años después, lo que cuesta es hacer justicia a Messi con las palabras. Está claro que Paulinho ha venido a aportar.