ANÁLISIS

Choque de debilidades, sin goleada ni remontada

Europa fija las reglas de juego: ni Catalunya puede independizarse a la brava, ni España puede impedírselo como le plazca

Rajoy y Puigdemont

Rajoy y Puigdemont / jma

ENRIC HERNÀNDEZ

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Catalunya y España bordearon el martes el precipicioCatalunyaEspaña. A las siete de la tarde, cuando subió a la tribuna del Parlament, Carles Puigdemont se enfrentaba de nuevo al eterno dilema del catalanismo: sacrificar el autogobierno a cambio de otra épica (y estéril) proclamación de independencia, incierta gloria; o echar el freno de mano, a riesgo de engrosar la ya interminable lista de traidores de la patria. Entre la 'rauxa' y el seny eligió el mal menor para los catalanes.

La jeroglífica DUI enunciada o elidida por el 'president', aún más confusa pasada por el tamiz de la traducción simultánea, resucitó en la Moncloa el espíritu del general Espartero. ¡Hasta aquí hemos llegado! La revuelta catalana precisaba un severo correctivo; algunos ya creían escuchar el galope por la Ciutadella del caballo de Pavía, constitucionalizado vía artículo 155

La serena respuesta parlamentaria del socialista Miquel Iceta siembra las primeras dudas en el Gobierno; hacen el resto la amarga reacción de la CUP CUP y el funeral oficiado fuera del hemiciclo por los diputados independentistas, que, al rubricar una DUI virtual, levantan en realidad su acta de defunción. Manso, el caballo de Pavía regresa al establo.

Mariano Rajoy invita a cenar a Pedro Sánchez, que acaricia el botón nuclear: si el presidente quiere mano dura podrá contar con Albert Rivera, no con el PSOE. La opinión sobre el líder de Ciudadanos es de lo poco que une a Rajoy y Sánchez. La otra es el vértigo ante el abismo del artículo 155, tierra ignota, para suspender parcial o totalmente la autonomía catalana.

Ambos coinciden en que, ante un escenario potencialmente insurreccional en Catalunya, no es seguro que el Estado tuviera capacidad de suplantar a las instituciones autonómicas. Tratar de hacerlo por la fuerza comportaría dos peligros igual de temibles: el oprobio de que esta se revelara insuficiente ante la resistencia pacífica de la población, y el aislamiento internacional si a ojos del mundo resultara excesiva, como en efecto lo fue el 1-O.

Resolver el acertijo

De ahí que Rajoy y Sánchez conviniesen en agitar el espantajo del 155, pero solo al objeto de que Puigdemont aclare su acertijo parlamentario. Si reniega sin rodeos de la DUI, el bloque independentista se resquebraja, las elecciones anticipadas se acercan y cualquier represalia constitucional deviene ociosa. Y si el 'president' da por declarada la independencia habrá legitimado, también a ojos de Europa, la suspensión del autogobierno catalán

Ante Berlín y Bruselas, España se afana, al fin, por imponer su relato. El diktat europeo es inequívoco: diálogo dentro de la ley y unidad de España sin recurrir a la violencia. La reforma constitucional ofertada por Rajoy y Sánchez satisface ambos requisitos y ahoga la demanda independentista de una mediación internacional.

Nos hallamos ante un choque de debilidades: ni Catalunya puede emanciparse a la brava, ni el Estado puede impedírselo como le plazca. Que nadie sueñe, pues, con una goleada humillante, pero tampoco con una heroica remontada.