EN CLAVE EUROPEA

Revuelta popular no escuchada en la Unión Europea

El líder ultra austriaco Heinz-Christian Strache, en campaña electoral en Saalfelden

El líder ultra austriaco Heinz-Christian Strache, en campaña electoral en Saalfelden / periodico

Eliseo Oliveras

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Los estados europeos están registrando desde hace varios años una creciente revuelta popular contra la política y la forma de hacer política de los gobiernos y de la Unión Europea (UE), sin que los dirigentes hayan sido capaces de responder a las raíces del malestar ciudadano. Esta revuelta popular adquiere diferentes formas y rasgos en función de las condiciones socioeconómicas y políticas de cada estado y van desde el voto a favor de salir de la UE en el Reino Unido al actual desafío ciudadano catalán a las estructuras del Estado español, pasando por el avance de la extrema derecha y de los partidos a la izquierda de los socialdemócratas y por las masivas movilizaciones contra los nuevos tratados comerciales (ACTA, CETA, TTIP, TiSA).

El común denominador de la revuelta es el descrédito de la clase política y la constatación ciudadana de que su opinión no es tenida en cuenta más allá del día de las elecciones. Solo el 36-37% de los europeos confían en su Parlamento y Gobierno nacionales (el 18% en España), indica el Eurobarómetro. La confianza en la UE se limita al 42%. Además, solo el 19% de los europeos confían en los partidos políticos (7% en España y 38% en Alemania). De ahí que resulten tan atractivos los eslóganes de los partidos populistas y ultras de recuperar el poder de decisión y el control.

Empobrecimiento y desigualdad

La revuelta popular emerge de un sustrato de creciente desigualdad social, precariedad laboral y empobrecimiento de los trabajadores y las clases medias, de sumisión de la política al dictado de los grandes grupos económicos y de la asunción del credo neoliberal por los socialdemócratas, que dejan de ser vistos como alternativa. A nivel sociocultural, entre los votantes de fuerzas ultraderechistas también juega un papel importante la proliferación del integrismo islamista y el desarrollo de comunidades paralelas que rechazan los valores europeos.

El primer aviso fue la irrupción en Italia del populista y euroescéptico Movimiento 5 Estrellas en el 2013. En las elecciones al Parlamento Europeo del 2014, los partidos euroescépticos, populistas y ultraderechistas lograron el 23,2% de los escaños, mientras que los grupos popular, socialista y liberal retrocedieron 9 puntos, hasta el 63%. Después llegó el mazazo del 'brexit' del 2016 y la progresión ultra en Austria, Holanda, Francia, Dinamarca, Finlandia, Polonia y ahora también en Alemania, con Alternativa para Alemania (AfD).

A izquierda y derecha

Los sondeos auguran al ultra Partido de la Libertad (FPÖ) el 27% de los votos como segunda fuerza en las elecciones legislativas austriacas del 15 de octubre, detrás de los democristianos y cinco puntos por encima de los socialdemócratas. Los sondeos también vaticinan la victoria del populista euroescéptico Acción de los Ciudadanos Desafectos (ANO) en las elecciones checas del 20 y el 21 de octubre, con el 27% de los votos.

En el otro lado del espectro, los partidos a la izquierda de los socialdemócratas han ganado mucho peso en Grecia y España y en menor medida en Alemania, Holanda y Suecia.

Voto de protesta

La ideología ultra de los líderes de extrema derecha no significa que la mayoría de sus votantes lo sean. Son básicamente votos de protesta. En las elecciones alemanas, el 86% de los votantes de AfD creen que el partido debería distanciarse más de las "posiciones de extrema derecha" y sólo el 34% declara compartir su ideario. El 60% apoyó al AfD como un voto de castigo "contra los otros partidos". Del mismo modo, la mayoría de los votantes de los partidos más a la izquierda tampoco pretenden que se instaure un sistema anticapitalista, ni salir del euro o de la UE, sino que cambien las prioridades políticas y la forma de hacer política.

Estos votos a partidos ultras, euroescépticos y de izquierda reflejan un común rechazo a la tecnocracia posdemocrática, que, como señalan los sociólogos Colin Crouch y Wolfgang Streeck, mantiene la apariencia de democracia formal con elecciones, pero donde el ciudadano carece de control sobre sus representantes, los políticos tienen vínculos estrechos con el mundo de los negocios y las leyes se diseñan al servicio de las élites y los grandes grupos económicos y financieros.

Las propuestas de reforma de la UE formuladas no corrigen el déficit democrático, ni refuerzan el control ciudadano sobre los políticos. Tampoco se presentan medidas para corregir la desigualdad, la precariedad y el empobrecimiento de la población. Por el contrario, el presidente francés, Emmanuel Macron, rebaja los impuestos a los más ricos y los sube a los pensionistas.