ANÁLISIS

Cabezas frías o calientes

Rajoy y Puigdemont han tenido sus mejores momentos cuando han actuado sin acelerones

Rajoy y Puigdemont

Rajoy y Puigdemont / jma

Albert Sáez

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A los litigantes en la dimensión desconocida les ha costado mucho mantener la cabeza fría en las últimas semanas. Han hecho lo mejor para sus causas cuando se han desacelerado. Los de Puigdemont salieron muy debilitados tras el pleno del Parlament del 6 y 7 de setiembre. Pero desde entonces no han hecho más qur reforzarse en el tablero gracias a los errores (principalmente en las formas pero no solo) de la otra parte: detenciones de madrugada, registros con estética antiterrorista, envío de antidisturbios contra grupos no violentos, etc. Cada error de Rajoy incrementa el número de movilizados y, además, amplía su naturaleza y sus objetivos. Como ha escrito Juancho Dumall, este martes tuvo aires de mayo del 68 y tintes claramente posmodernos (con esos bancarios cantando himnos de los anticapitalistas). Contradiciendo la propia trayectoria histórica, el catalanismo soberanista ha mantenido la unidad y la determinación generando una épica que no ha hecho más que poner nerviosa a la otra parte aunque sin ganar apoyos definitivos en el exterior pero entrando en la agenda internacional.

Los de Rajoy han tenido una suerte desigual. El quebranto de la ley de los independentistas les ha permitido exhibir la fuerza del Estado, tanto la democrática como la que no lo es tanto. El fondo ha sido mejor que las formas cuando se ha aplicado con la cabeza fría y se ha desarticulado la logística del referéndum hasta convertirlo en algo simbólico pero difícilmente homologable en los estándares internacionales como han dicho los obervadores del propio Govern. Igualmente, el Estado ha sido hábil en exhibir por la vía bancaria y empresarial el lado oscuro de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) incluso antes de que sea proclamada. La exhibición de fuerza también tiene sus contraprestaciones, ha dejado un poco más solo a Rajoy en algunos momentos. 

Unos y otros dudan del próximo paso y tras una semana de aceleración este viernes hemos vistos atisbos de distensión. Estaría bien que los aprovecharan para enfriar las cabezas, hacer recuento de ganancias y pérdidas y aprender de sus primeras tres semanas de vida en la dimensión desconocida. ¿Es suficientemente consistente la acumulación de fuerzas independentistas para proclamar una DUI de golpe y porrazo? ¿No podría romper la convivencia que hasta ahora se ha tensado? Quienes pretenden construir un nuevo Estado no pueden hacerlo solo a costa de los errores del viejo. No se trata de renunciar a nada ni de fiarlo todo a una negociación con quien no quiere negociar sino de pensar, como hizo Puigdemont en su discurso, en los catalanes que no aceptan la independencia ni la legalidad surgida del puro enfrentamiento con el Estado. De igual manera en La Moncloa también deben enfriar la cabeza. ¿Cómo tratar a ese millón y medio o dos millones de catalanes que salieron a defender unas urnas a pesar de haber sido declaradas ilegales? Tratarlos de abducidos o de delincuentes ya se ha visto que tiene más inconvenientes que ventajas: ni se arrugan ni se marchan.