Economía y cambios en la convivencia

Vivir solos, vivir en compañía

La crisis y la especulación inmobiliaria están obligando cada vez más a compartir las viviendas

Vivir solos, vivir en compañía_MEDIA_2

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MARINA SUBIRATS

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La evolución de nuestra sociedad ha llevado, durante muchos años, a disminuir el número de personas que forman parte de un hogar; el porcentaje de solitarios no ha parado de crecer desde los años 80 hasta en torno al 2010. En Barcelona ciudad, por ejemplo, hacia el 2000 el promedio de miembros de los hogares estaba por debajo de las tres personas, y seguía reduciéndose. Es este un hecho interesante, que rompe con la antiquísima pauta de vivir en familia y plantea un cambio radical, sobre todo teniendo en cuenta que la familia ha sido institución clave para resolver gran parte de las necesidades físicas, económicas y emocionales de las personas. Se trata de una evolución curiosa: cuando hay pocos recursos, nos juntamos para compartirlos; cuando sube el nivel de vida, la tendencia es a la dispersión, cada uno por su lado.

¿Es mejor vivir solo o en compañía? Seguramente cada una de estas posibilidades tiene sus pros y contras, pero parece que, cuando podemos, los humanos tendemos a preferir vivir solos, a escoger la libertad que ello supone por encima de los deberes que implica la convivencia.

Precios altos, salarios bajos

De repente, parece que este proceso hacia la soledad da la vuelta. No porque queramos volver a compartir, sino porque no hay otro remedio. Los precios de las viviendas suben espectacularmenteprecios de las viviendas, al tiempo que los ingresos se reducen, especialmente entre la gente joven, y ya lo vemos como una condición instalada con la que hay que contar. Las cifras no están claras, pero indican que la tendencia a compartir piso con personas con las que no hay lazos familiares está creciendo también espectacularmente. Alquilar una habitación de tu casa, alquilar un piso entre varias personas, las modalidades son muchas y diversas, pero todas corresponden al mismo fenómeno: compartir gastos, hacer más soportables unos costes desproporcionados respecto de los ingresos.

Un fenómeno que no es nuevo: recuerdo muy bien la etapa de los realquilados en Barcelona, en los años 50, y las trifulcas y discusiones que la situación generaba. Acabar con esta práctica o reducirla mucho fue un gran avance para la población; ahora vuelve, impulsada por la crisis y la especulación inmobiliaria.

La vida en común

¿Será una buena ocasión para reencontrarse con las ventajas de la vida en común? Podría serlo, porque se da sobre todo entre gente joven, en grupos no jerárquicos, que quizá no amenazan las libertades personales. Pero en una sociedad muy individualista existen dudas sobre nuestra capacidad de aceptar las normas de una vida en común.

¿Dará lugar a la solidaridad que ofrecía la familia? Lo dudo: la solidaridad iba vinculada a la obediencia y la disciplina. ¿Compartir piso equivaldrá a casi vivir solo en términos de vínculos? Es lo más probable, y que, si vuelve a mejorar la economía, cada uno quiera tener su casa. Porque seguimos siendo muy individualistas y prefiriendo ir por libre antes que el placer de compartir, que siempre conlleva tener que llegar a acuerdos.