Análisis

Vergüenza y dignidad

La movilización social los próximos días será imprescindible para garantizar que lo que la gente ha votado se cumpla

ESTHER VIVAS

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Hay dos palabras que definen la jornada de ayer: vergüenza dignidad. La vergüenza que muchos hemos sentido ante la injustificable violencia policial y la dignidad de los cientos de miles de personas que han salido a la calle y han votado.

Solo la represión de las fuerzas de seguridad podía detener el 1-O, y a Mariano Rajoy no le ha temblado el pulso. El Gobierno central no se podía permitir la celebración de un referéndum que, pese a no ser reconocido, era obvio que movilizaría a una parte muy importante de la sociedad catalana. Entre tener que gestionar el impacto público de imágenes que nos recuerdan otra época o una declaración de independencia, Rajoy ha optado, como ya se venía anunciando, por la primera opción. Parece, pero, que la ofensiva, vista la numerosa participación, no ha sido suficiente para impedirlo, y ahora se arriesga tanto a tener que hacer frente al desgaste por la violencia empleada como a las consecuencias de una votación masiva favorable a la independencia.

La pregunta clave es qué pasará a partir de ahora. La imagen democrática del Estado español ha quedado extraordinariamente tocada. Una parte de la opinión pública del Estado pedía mano dura, pero otra no acepta el abuso policial. Veremos qué pasa a partir de ahora en el mapa político español y si esto puede tener consecuencias electorales, en la crisis más profunda desde el final de la dictadura franquista. La Unión Europea no levantará ningún dedo por una cuestión que considera un "asunto interno", pero es evidente que, aunque sea por hipocresía, no se puede permitir indefinidamente según qué excesos.

La partida, en la calle

La partida este 1-O se ha jugado en la calle, y la gente ha defendido con uñas y dientes el referéndum. Algunos se han dejado literalmente la piel. Si alguien tenía dudas respecto a la convocatoria o sobre qué votar, la respuesta del Estado les ha facilitado las cosas. La organización barrio a barrio de cientos de personas protegiendo colegios electorales, impidiendo que las urnas fueran secuestradas y garantizando el derecho a voto ha sido fundamental para el éxito de la jornada. La estrategia del miedo no ha podido con la determinación anónima de los de abajo. El movimiento independentista ha ganado este capítulo decisivo de la partida y la crisis de legitimidad del Estado ha alcanzado su máximo histórico.

Ahora le toca mover ficha al Gobierno catalán, que ha salido reforzado después de haber llevado la celebración del referéndum hasta las últimas consecuencias. Los próximos días serán clave a la hora de aplicar los resultados, y las consecuencias que esto pueda tener a escala catalana, española e internacional. El 'procesismo' ha terminado y se abre una nueva etapa donde resulta imposible seguir negando, judicializando o criminalizando el conflicto, como se empeña en hacer el Gobierno central. La movilización social de los próximos días será imprescindible para garantizar que lo que la gente ha votado se cumpla. La convocatoria de huelga general este martes 3 de octubre es la siguiente cita.