Desastre en Puerto Rico
Y llegó el huracán
Los puertorriqueños se sienten abandonados por quienes callaron tras la catástrofe
Ahora mismo debería estar haciendo las maletas para volar a San Juan de Puerto Rico. No conozco la ciudad, ni la isla. Iba a participar en el Festival de la Palabra, un encuentro iberoamericano de escritores que con los años se ha granjeado un merecido prestigio. Llevaba apuntados en mi cuaderno algunos lugares a visitar en los ratos libres. Quería probar un 'mofongo', un arroz 'maposteao', un 'tembleque' o alguna otra especialidad gastronómica local. Quería escuchar la música y la cadencia del español mestizo que allí hablan. Pero entonces, llegó el huracán. Se llamó 'María', aunque solo tuvo de común e inocente el nombre. Fue el mayor en cien años. Dejó 33 muertos y un destrozo nunca visto. El 60% de la gente se quedó sin agua; el 80, sin luz; el 90, sin teléfono.
Tras unos días sin noticias, los organizadores del festival me escribieron para comunicarme que lo habían suspendido. «Puerto Rico es un país devastado –decían–: el aeropuerto está cerrado, no hay electricidad, el carburante escasea, no hay agua corriente, los daños en las vías públicas son tremendos, solo funciona una estación de radio, toda la telefonía fija ha sido destruida y la móvil funciona intermitentemente». En las dos últimas frases hacían un llamamiento: «Necesitamos de todo el apoyo posible. Por eso te agradecería que, en la medida de tus posibilidades, difundas la situación que atraviesa Puerto Rico».
Las palabras estorban cuando lo que se necesitan son brazos, pero son cuanto les puedo ofrecer. Los puertorriqueños se sienten abandonados por quienes callaron tras la catástrofe, y eso incluye a la prensa y también a Donald Trump, quien cuando habló –tarde y mal– solo fue para recordar que la isla está endeudada o para hacer reproches con tufo misógino a la alcaldesa de San Juan, quien hace unos pocos días le decía a un periodista británico: «No se olviden de nosotros, no nos hagan sentir solos». De modo que hoy vengo a tratar de paliar una soledad con palabras. Las que también yo he echado en falta. Ojalá sirvan de algo.
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