Padres e hijos

Vida política

No mantendremos a los niños al margen de la vida política, porque su futuro depende de ella

Niños bajo la bandera en la plaza de Urquinaona, en la Diada del 2009.

Niños bajo la bandera en la plaza de Urquinaona, en la Diada del 2009. / periodico

JENN DÍAZ

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En mi casa siempre ha habido nula vida política. Creo que solo una vez acompañé a mi abuela a votar. En casa no se hablaba de partidos ni de leyes, tardé en entender qué significaba ser de izquierdas o de derechas y no identificaba las siglas de los partidos con su ideología. Solo recuerdo la cacerolada y la manifestación en el instituto (todos cogidos de la mano alrededor del centro) contra la guerra de Irak. Por entonces, y hablo ya de la adolescencia, yo era una analfabeta política. Solo me sabía dos nombres: Aznar Bush. Por eso cuando tuve edad para votar no sabía a quién hacerlo: como en muchos otros aspectos de mi vida, tenía claro qué no quería votar, pero no me decidía por ningún partido.

Estos días vivo la actualidad política de otro modo, y además soy una de las adultas que pululan alrededor de una niña de 9 años, con sus preguntas de niña de 9 años, sus dudas y sus atrevimientos. A nuestro alrededor ya parece imposible mantener la política al margen de la vida familiar, y cuánto me alegro. Desde que tuvimos fecha para el referéndum, en casa se habla de todo lo que ocurre. Por eso me extraña, me alarma, que uno de los conflictos recaiga sobre los niños y las manifestaciones: que los padres, dicen, deberán hacerse responsables de ellos.

Pues claro. ¿Y quién se iba a hacer cargo, si no? ¿Quién si no decide por ellos qué comen, dónde duermen, qué clase de educación reciben, en qué lengua hablan, en qué ocupan el tiempo libre? ¿Quién si no? Los adultos que pululamos a su alrededor, que les forjamos una personalidad, un espíritu crítico, autonomía, precisamente respondiendo preguntas y sugiriendo algunas que no se les han ocurrido. Profesores y familias somos responsables, claro, qué se habían creído: cuando en unos años puedan decidir a qué manifestación acuden y a cuál no, ya habremos terminado nuestro trabajo. Tendremos una nueva sociedad, y no estará basada en el silencio. No los mantendremos al margen de la vida política, porque su futuro depende de ella.