Al contrataque

Vais a perder Catalunya (bis)

La ilusión mueve la historia mucho más que la razón. Su supuesta razón de Estado, señor Rajoy, no sosegará la inquietud de muchos catalanes

Mariano Rajoy.

Mariano Rajoy. / periodico

XAVIER SARDÀ

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Este artículo fue publicado  el 19  de octubre del 2014. Se han producido cambios políticos en el país, pero quizá no en lo esencial. Hoy no cobro.

«Señor Rajoy, es usted un perfecto negacionista. Niega la realidad para eludir una verdad incómoda. Rechaza usted aceptar una evidencia empíricamente verificable. Es una actitud irracional para no reconocer una certeza histórica. El señor Michael Specter define el negacionismo grupal como el existente cuando «todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una más confortable mentira». Se niega el Holocausto, el calentamiento global, el sida...

Las estrategias de su Gobierno y de su partido son tan solo burdos y patológicos mecanismos de defensa. Usted necesita a la desesperada mantener su autoimagen. Su política-valium resultaría solo tragicómica si no estuviésemos hablando de un abismo en el país que usted gobierna.

Por más que a usted le parezca increíble, está perdiendo la batalla política en Catalunya y es perfectamente posible que se encuentre en febrero con unas elecciones autonómicas en las que el independentismo resulte victorioso. Es muy posible que una lista conjunta Convergència-Esquerra-sociedad civil gane las elecciones. Puede que usted no lo crea, pero eso no significa que no vaya suceder. Y entonces ¿qué? ¿Seguirá negando la realidad? ¿Seguirá solo sacando tajada del anticatalanismo?

Los que somos críticos con Mas y con algunos aspectos del 'procés' tenemos quizá una levísima autoridad moral para decirle que anda usted extraviado. Alicia Sánchez-Camacho dijo el otro día que el proceso independentista catalán «se ha acabado». ¡Viva el negacionismo! Los periódicos, las teles y las radios de su órbita claman para que prohíba usted todo lo prohibible como única y sombría solución.

Algunos preferiríamos que los catalanes continuasen en España porque mayoritariamente así lo deseasen, pero no nos vale que los catalanes se queden en España porque no tengan más remedio. Una cosa es ganarse Catalunya convenciendo y otra completamente distinta retenerla por cojones.

Vale que unos se han instalado en la utopía, pero usted no se mueve del círculo vicioso del «no». Mire, la ilusión mueve la historia mucho más que la razón. Su supuesta razón de Estado no sosegará esta vez la inquietud de muchos catalanes. Da igual si les han gratinado durante años con el tema de la independencia, da igual si Mas quiere hacer historia a cualquier precio, da igual si sus palmeros le nutren de argumentos contingentes. Créame, llame a Cameron y pídale ayuda. Si de aquí hasta las próximas autonómicas nos esperan el silencio, las broncas cotorriles de Alicia y los gases innobles de la prensa ultramontana, apaga y vámonos. Están ustedes instalados en una política lúgubre y analfabeta. Vais a perder Catalunya».