El órdago independentista

El conflicto no es por el referéndum

Si nadie está dispuesto a negociar, corremos el peligro de acabar en un limbo legal que deje a Catalunya entre una semiindependencia 'de facto' y un no reconocimiento internacional

Concentración frente al TSJC en protesta por la operación contra el referéndum, este jueves.

Concentración frente al TSJC en protesta por la operación contra el referéndum, este jueves. / periodico

SONIA ANDOLZ

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El conflicto político entre Catalunya y España ha entrado esta semana en la fase de escalada de tensión. Un análisis a tiempo, desprovisto de componentes subjetivos y con las herramientas adecuadas, habría evitado llegar a este punto. Desde el ámbito académico del análisis de conflictos, se recomienda estudiar las raíces del enfrentamiento. Para ello, no es necesario (y, de hecho, no es recomendable) llegar hasta 1714. Hay que ir a las raíces del choque de objetivos actuales. Si bien hay que mantener la historia en mente puesto que dibuja el escenario histórico-social, esta puede suponer un obstáculo más que una ayuda para desencallar situaciones prolongadas (ejemplo de ello es el conflicto israelo-palestino).

Así pues, si filtramos las narrativas, el uso instrumental que puedan hacer los distintos actores políticos y las capas de motivos, ofensas y acusaciones que se suelen dar en cualquier conflicto latente, llegamos a los objetivos reales de los actores enfrentados: si esos objetivos son contradictorios, estamos ante un conflicto. Si no lo son, en realidad no hay conflicto sino falta de comunicación.

Decidir el futuro político

En este caso parece bastante obvio que existe esa confrontación, pero aun así es bueno realizar el ejercicio: la contradicción no es 'referéndum sí o referéndum no'. Eso, en lenguaje de análisis de conflictos, sería el interés de una parte o su medio para alcanzar el objetivo. El objetivo en sí es la posibilidad de autogobernarse, de decidir de forma autónoma el futuro político de Catalunya. Y ahí es donde chocan ambos lados.

Para España, ese escenario es inaceptable. Como Estado, las decisiones se toman conjuntamente según los cauces marcados y las normas establecidas entre todos. Como actor político, Catalunya entiende que esas normas establecidas deberían poder ser cambiadas y adaptadas a otros escenarios si así se decide. Obviamente, este análisis es una simplificación y hay muchos matices a añadir (como las mayorías en el Parlament) pero, a menudo, en conflictos estancados o que se ven complicados por los propios eventos, es recomendable hacer un análisis simplificado y lo más abstracto posible para recordar a los actores cuál es la contradicción a la que se enfrentan.

Garantías vinculantes

Teniendo esto en mente, el Govern dispone de más margen de maniobra puesto que, en última instancia, el 1 de octubre sería temporalmente renunciable como instrumento si, a cambio, se ofreciese la posibilidad de un mecanismo reconocido y con garantías de ser vinculante. En paralelo, el Estado podría evitarse los últimos acontecimientos de detenciones, movilizaciones y enfrentamiento pasando por alto el 1 de octubre, puesto que no lo reconoce como vinculante (lo ideal habría sido no llegar a esta situación, obviamente) y ofreciendo una alternativa en condiciones. Puesto que esto ahora mismo parece poco factible, ambos lados se ven atrapados por las expectativas de sus propios sectores y no ven otra salida que seguir adelante en el choque de trenes.

Si nadie está dispuesto a negociar, corremos el peligro de acabar en un limbo legal que deje a Catalunya en una situación de conflicto prolongado y de estancamiento de la situación, ante una semi-independencia 'de facto' y un no reconocimiento internacional.