El debate del 1-O

Catalunya quiere un cambio y líderes a la altura

Las decepcionantes declaraciones institucionales de Rajoy y Puigdemont son inmovilistas y no aportan soluciones de diálogo para superar una de las crisis de Estado más graves de la democracia

Concentración frente la Conselleria d'Economia.

Concentración frente la Conselleria d'Economia. / periodico

NÚRIA MARÍN

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Estamos ante una grave crisis de Estado, una de las más trascendentales de la democracia, y las crisis de Estado requieren grandeza política dirigidas por estadistas que estén a la altura. Y eso es lo que falta en este país. Sin política en mayúscula no hay diálogo, y sin voluntad de diálogo nunca habrá acuerdo.

Las últimas y decepcionantes declaraciones institucionales de los presidentes Mariano Rajoy y Carles Puigdemont son una buena muestra de lo anterior. Me niego a aceptar que ya es tarde para dialogar. Nunca es tarde en democracia para encontrar una solución política. Pero esta nunca llegará con líderes permanentemente enrocados en un discurso que no ofrece soluciones.

Solo con la ley y actuaciones policiales no llegaremos a ningún puerto. Ante esta crisis política e institucional -de la que el presidente del Gobierno es corresponsable-, Rajoy no está claramente a la altura que requiere el liderazgo de un Estado europeo democrático del siglo XXI, que no es otro que ofrecer una solución de consenso. No hay otra.

La solución tampoco pasa por saltarse el Estatut, la Constitución, el reglamento del Parlament de Catalunya y por poner a funcionarios públicos fuera de la ley como está haciendo el 'president' Puigdemont. El Gobierno de la Generalitat no tiene derecho a dividir de esta forma a los catalanes y a las catalanas. La convivencia democrática radica, entre otras cosas, en fomentar lo que nos une, no lo que nos separa.

Declaración estéril

Estos días he tenido la oportunidad de hablar en varias ocasiones con el 'president' Puigdemont, con el secretario del PSOE, Pedro Sánchez, y con el presidente Rajoy. A todos les he formulado esta reflexión. Hoy mismo le insistía al presidente del Gobierno en la necesidad de gestos de grandeza política. Una declaración institucional basada solo en el peso de la ley sin aportar ninguna vía de diálogo es estéril y no hace más que azuzar el conflicto, como se ha demostrado con la reacción de muchos ciudadanos en la calle.

El problema es que Rajoy y Puigdemont han quedado atrapados en una escalada de acciones y reacciones en la que ya no son capaces de encontrar una vía de escape. Las apuestas en esta partida han llegado hasta tan alto que ya no ven cómo retirarse del juego. Lo que pasa es que esta crisis no es un juego. En todo caso, es un juego peligroso en el que lo más seguro es que al final ambos pierdan, y con ellos millones de ciudadanos.

Romper las barajas

Es la hora de romper las barajas y dejar de apostar. Es hora de sentarnos todos alrededor de una mesa y no levantarnos hasta encontrar una solución. No hace falta volver a discutir quién empezó todo, si el recurso del Constitucional contra el Estatut o la consiguiente escalada independentista. Ahora ya da igual. Lo importante es que dejemos de tirar más gasolina al fuego y quitemos las cerillas a quienes han incendiado esta situación.

Catalunya quiere incrementar su autogobierno, mejorar su financiación y más reconocimiento a su lengua y cultura. Este es el punto de partida. Catalunya quiere un cambio y estadistas a la altura que lo hagan posible