ANÁLISIS

Asamblea General de la ONU: la tragicomedia anual

La sede de la ONU, en Nueva York.

La sede de la ONU, en Nueva York. / AFP / DREW ANGERER

Jesús A. Núñez Villaverde

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Vaya por delante que la ONU es imprescindible para resolver los problemas multilaterales y multidimensionales que tenemos, y que sin ella estaríamos abocados a la ley de la jungla. Pero dicho eso, y dado que su estructura y proceso de toma de decisiones corresponde a una relación de fuerzas hoy muy distinta a la de 1945, es inevitable verla como un actor marginal, arrinconada por voluntad de algunos de sus miembros como un mero cajón de sastre humanitario para paliar las deficiencias de un orden internacional que hace aguas por todas partes.

Pocos momentos hay más representativos de esa irrelevancia que la rutinaria Asamblea General, que reúne anualmente a sus 193 estados miembros. Quizás sea precisamente la falta de sustancia de la interminable ronda de mandatarios (se prevén 126) que pasan por el estrado en el debate de alto nivel que se inicia el martes, lo que acaba por animar a alguno de ellos a saltarse el guión para distraer a la concurrencia, como hizo Kruschev en 1960 con el zapato, Arafat en 1974 con el ramo de olivo y la pistola o Chávez en 2006 con su "huele a azufre todavía". Magro balance para una Asamblea que aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, pero que hoy no avanza ni en su propia reforma, ni en conjugar adecuadamente los retos del desarrollo, la seguridad y los derechos humanos a nivel planetario.

Impulso perdido

Tras los reiterados fracasos cosechados en 1995 y en 2005, se ha perdido claramente el impulso por encarar una seria reforma que debe ir más allá de retocar la composición y el proceso de toma de decisiones del Consejo de Seguridad (CSNU). Abandonado ese empeño, ante la imposibilidad de vencer las resistencias de los cinco privilegiados que disponen de asiento permanente y derecho de veto y la pugna de algunos candidatos por colocarse a su altura, hoy el Consejo sigue lastrado por los mismos problemas que ya sufría en la guerra fría. Mientras tanto, la Asamblea nunca ha llegado a hacer uso efectivo de la Resolución 377, "Unión pro paz", aprobada en 1950, que le concede competencia para actuar ante una amenaza a la paz si el CSNU queda bloqueado por el veto de alguno de sus miembros permanentes.

En el segundo ámbito también ha quedado en el olvido la propuesta presentada el 21 de marzo de 2005 por el entonces Secretario General, Kofi Annan, en la que se planteaba convertir al Consejo Económico y Social en un equivalente al CSNU, con capacidad ejecutiva para poder enderezar el rumbo de una globalización desigual que está ampliando la brecha entre estados y dentro de cada uno de ellos. Aspiraba igualmente a reformar el CSNU, con idea de ampliar su número de miembros y cuestionar el derecho de veto. Por último, pretendía contar con un Consejo de Derechos Humanos al mismo nivel de capacidades que los otros dos en su propio terreno.

Esas eran, y son, las principales asignaturas pendientes de una organización que seguimos necesitando a pesar de sus carencias y deficiencias. Nada indica que este vaya a ser el año del cambio.