Macron conoce la calle

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José A. Sorolla

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El presidente francés, Emmanuel Macron, se enfrentó este martes a la primera protesta callejera de su mandato, contra la nueva reforma laboral que ha puesto en marcha. Conoció así la especialidad francesa de dirimir todos los conflictos sociales en la calle. Pero esta 'première' no puede decirse que le haya ido mal al joven mandatario. Las manifestaciones han sido menos numerosas que las que saludaron la  anterior reforma, conocida como la ley El Khomri, por el nombre de la ministra que la presentó durante el mandato de François Hollande. En París desfilaron 60.000 manifestantes, según la CGT (24.000 en opinión de la policía), frente a los 100.000 que la misma central contó hace año y medio (entre 27.000 y 29.000, según la policía entonces).

La menor movilización se debe a que Macron había ya obtenido una primera victoria antes de la 'rentrée'. Había conseguido dividir a los sindicatos. Esta primera protesta (marchas en 180 ciudades y paros en 4.000 empresas, aunque solo afectaron realmente al transporte) ha sido apoyada únicamente por la CGT (comunista) y otros dos sindicatos minoritarios, además de la central estudiantil UNEF. Los otros grandes sindicatos, el socialista CFDT y el moderado Force Ouvrière, se han quedado al margen, aunque algunas organizaciones territoriales del segundo respaldaran la protesta.

Primer triunfo

Si la división sindical es un primer triunfo de Macron, el segundo lo constituye la fragmentación política. Tres de los partidos que se oponen en la Asamblea Nacional a Macron y a La República en Marcha -Los Republicanos, el Partido Socialista y el Frente Nacional- están ocupados en sus querellas internas y en su refundación después del varapalo que les endosó el nuevo presidente en las elecciones presidenciales y legislativas. El otro partido, La Francia Insumisa, se ha erigido en la auténtica oposición  -su líder, Jean-Luc Mélenchon, califica la reforma de “golpe de Estado social”-, pero también compite con Philippe Martinez, el dirigente de la CGT de ascendencia española, por el liderazgo de la protesta. Así, el sindicato ha convocado ya una segunda jornada de lucha para el 21 de septiembre, mientras que Mélenchon prepara su propia movilización para dos días después.

La división de sus opositores favorece a Macron, pero el presidente afronta estas primeras protestas con una popularidad a la baja, con un nivel de satisfechos de solo el 40% (en julio y agosto perdió 24 puntos), cifras que no se recordaban desde 1995, con Jacques Chirac en el Elíseo.

La nueva reforma laboral, que algunos llaman “ley de trabajo XXL” para significar que va mucho más allá de las leyes anteriores, pretende aplicar en Francia el modelo danés de la flexiseguridad, que combina una mayor flexibilidad en las empresas para contratar y despedir con una mayor seguridad para el trabajador en las indemnizaciones por despido o en la formación. La cultura sindical no acepta cambio alguno y teme, como ya se ha anunciado, que después de la reforma laboral lleguen las de las pensiones, las prestaciones por desempleo y la formación profesional. Son reformas que el país tiene pendientes y que Macron ha prometido completar sin ceder ni recular, no para reformar Francia, sino para transformarla. Como dijo el lunes el presidente, “el país no puede avanzar si no decimos la verdad”.