La arriesgada apuesta de Sánchez
El líder socialista rompe tabúes al promover una negociación con el independentismo, incluso antes del 1-O, y precisar a la vez que sin el PP no hay acuerdo posible
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
En pocos meses, Pedro Sánchez ha dado un golpe de timón a la estrategia del PSOE ante el conflicto catalán. Si en su primera etapa como líder socialista su discurso territorial era rígido y falto de matices por el corsé que le imponían los barones del partido, su defenestración y posterior resurrección política le han permitido enriquecerlo y conectarlo mejor con la realidad catalana. Lo que algunos, en la burbuja político-mediática madrileña, no siempre acaban de entender, y aún menos aceptar.
Sánchez ha tomado conciencia de que el desafío independentista en Catalunya no es solo una grave amenaza para el Estado y para la cohesión de la sociedad catalana, sino que además constituye el mejor aliado para la continuidad de Mariano Rajoy en la Moncloa. En cualquier conflicto territorial la derecha española, sin complejos, tiene mucho que ganar y poco perder, mientras que la izquierda, más proclive al entendimiento que al choque, tiende a fracturarse. Los barones socialistas derrotados en las primarias velan armas a la espera de que el líder del PSOE dé un paso en falso.
Pero en el reverso de los peligros están las oportunidades. Con su arriesgada apuesta en favor de una reforma federal de la Constitución que consagre la plurinacionalidad de España, reconozca la singularidad de Catalunya y amplíe su autogobierno, Sánchez se convierte en el primer líder español en dar un paso en firme hacia la pacificación de un conflicto que la pasividad de Rajoy ha ayudado a recrudecer. Y lo hace rompiendo dos tabúes: subrayar, con razón, que urge dialogar con el independentismo, incluso antes del 1-O; y alertar al tiempo de que sin el PP no habrá solución posible. Se enfría, por ahora, la amenaza de una moción de censura.
UN AVISO AL ESTADO
El 1-O no se celebrará el referéndum vinculante prometido por Junts pel Sí y la CUP, pero el estrépito de aquella y otras jornadas será un serio aviso al Estado. Mientras conserve el apoyo del PSOE y Ciudadanos, Rajoy podrá gestionar la crisis sin excesivo desgaste político, pero a cambio a partir del 2-O deberá abrir la negociación política que lleva un lustro regateando a Catalunya.
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